Susana Díaz continúa sin recibir
ningún apoyo para obtener su envestidura como Presidenta de la Junta de
Andalucía. Está removiendo Roma con Santiago, llamando a los líderes nacionales
de todas las fueras políticas con representación, excepto a Cayo Lara por
motivos obvios, sin que haya servido para nada. Continúa con su discurso pueril
de la defensa de los andaluces, cuando han sido los propios electores andaluces
los que han dibujado el arco parlamentario que querían. Reparte culpas a
diestra y siniestra, pero sigue enrocada en su posición de no ceder ante nada
ni ante nadie.
Acostumbrados como estaban a las
mayorías absolutas, a excepción del pacto con IU en las anteriores elecciones
que les costará la travesía de un largo desierto, el PSOE andaluz no entiende
que contando con 47 escaños frente a 62 de la oposición no le queda otra que
sentarse a negociar si quiere gobernar. La metodología de la negociación exige
no solo que haya que ceder por ambas partes en sus puntos iniciales, sino que
además se lleguen a posiciones comunes que permitan alumbrar una continuidad
del gobierno resultante. No serviría de mucho que ahora pudiera obtener la
investidura en solitario, sin pactos, si a la vuelta de la esquina la oposición
en bloque le vota en contra unos presupuestos o les neutralizan todas las leyes
que vayan al parlamento para su aprobación.
Los electores andaluces han dicho
dos cosas el 22 de Marzo: Primero, que no querían un gobierno de mayoría
absoluta, cosa que no ha entendido la señora Díaz enarbolando sus buenísimos
resultados; y, Segundo, que el apoyo mayoritario lo tienen las fuerzas
políticas situadas a la izquierda del tablero, mensaje suficiente como para
sentarse a negociar con ellas.
Pero de nuevo se hacen oídos
sordos a la ciudadanía, pretendiendo echar la culpa a los demás partidos,
insistiendo en el bloqueo, rememorando la inexistente “pinza”, denunciando el
estancamiento de la gestión autonómica y casi exigiendo que se le dé lo suyo.
Lo último ha sido recurrir al lobo de que habrá que repetir las elecciones, lo
cual representaría el mayor fracaso del PSOE andaluz en su historia política en
esta comunidad.
Cuando Susana Díaz decidió
adelantar las elecciones, al borde de un ataque de soberbia, debió contemplar
que se diera esa realidad entre las posibilidades electorales. Quizás intereses
personales de carrera hacia la Moncloa le nublaron la visión política de lo que
necesitaba realmente Andalucía. Pero ahora el daño ya está hecho y le toca al
PSOE, no a los demás partidos, mover ficha. Si quieren gobernar tienen que
sentarse a pactar y negociar por el bien de los andaluces. Si lo que quieren es
estirar el chicle para ver los resultados del 24 de Mayo y que se fuercen
entonces los pactos de la “Gran Coalición” con el Partido Popular, será su
responsabilidad.
De momento, el PSOE sigue
haciendo el ridículo más espantoso simulando desconocer a los demás y los
andaluces les castigarán por no haber sabido entender los resultados
electorales.
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