sábado, 30 de mayo de 2015

UN AÑO DE LA TOMA DE MOSUL.


Cuando el 10 de junio de 2014, el grupo armado fundamentalista ISIS se hizo con el control de Mosul (segunda ciudad iraquí), occidente comenzó a tomarse algo más en serio la proclamación del Califato universal. Desde entonces, ISIS no ha parado de avanzar y consolidar, haciéndose con pueblos y ciudades, refinerías y pozos petrolíferos, instalando la ley islámica que propugnan y controlando hoy gran parte de los territorios de Irak y Siria, así como la frontera sirio-iraquí al completo.

Desde la toma de Mosul, hemos podido hacernos una idea, más o menos clara, tanto de los objetivos, acciones militares y modus operandi del ejército islámico. A día de hoy, la inteligencia estadounidense cifra sus efectivos en 60.000, más de un 50% de ellos de fuera de la zona siendo Túnez el país que más combatientes aporta. Sin embargo, otras fuentes calculan ya este número en más de 100.000 efectivos, lo que da idea de la magnitud y capacidad militar.

Desde el inicio, a diferencia de Al Qaeda, ISIS ha ido consolidando territorios, es decir, en cada ciudad o pueblo conquistado se instauraba el Califato. A ello dedicaron en un principio a parte de sus componentes, pero con el avance de los combates pronto decidieron que los gobiernos locales y la vigilancia del territorio conquistado fuese gestionado por sus propios heridos en combate y por los adeptos de la población a gobernar, lo que liberó a ISIS para continuar su avance imparable.

Además del frente sirio e iraquí, ISIS cuenta con el apoyo de grupos islámicos afines en todo el norte de África y el Sahel, lo cual les favorece para desconcentrar la presión de occidente sobre una sola zona. Cada día su ejército cuenta con mejor armamento y munición, mejores pertrechos militares, fruto de las finanzas que obtienen del petróleo y que gestionan a través del tráfico internacional de armas. Pero también se nutren de lo que arrebatan a sus enemigos en las victorias.

A nadie se le escapa que la financiación global del Califato viene desde países árabes, enzarzados en los enfrentamientos históricos entre Suníes y Chiíes. Incluso las teorías de la conspiración, apuntan a la intervención de los propios Estados Unidos en sus inicios y a la participación de Irán, que ha utilizado la oportunidad para distender la presión a que estaba siendo sometida por EE.UU. a cuenta del enriquecimiento de uranio, apareciendo ahora como el mejor de los aliados en la zona.

El mensaje de ISIS es claro y contundente. Quieren instalar el Califato universal, extendiéndolo por todo el orbe, sumando adeptos cada día, ya que su objetivo se va concretando en la conquista, gobierno y defensa de territorios reales, de pueblos y ciudades donde los milicianos comprueban la veracidad de los discursos del Califa y les anima a continuar sin descanso.
  
Occidente, hasta el momento, ha hecho bien poco, al menos que se sepa. Estados Unidos ha colocado a Arabia Saudí al frente de una coalición de países del área para frenar el polvorín de Yemen, al tiempo que ha bombardeado con drones posiciones del ejército de ISIS, sin demasiados resultados hasta el momento. El frente africano de Malí y Nigeria está descontrolado, aunque los paracaidistas franceses lograron situarse al norte de Malí hace seis meses, permaneciendo aún en la zona.

Los aliados occidentales han barajado en varias ocasiones la opción de frenar con la infantería los avances de ISIS, pero siempre han descartado la eventualidad reconociendo el alto número de bajas que ello les reportaría. Al mismo tiempo, Occidente es consciente de que el peligro más determinante de la actuación de ISIS no se encuentra en los territorios conquistados sino en las células durmientes listas para cometer atentados de envergadura en los países europeos, incluso en  Estados Unidos.

Como en una partida de ajedrez, todos colocan sus piezas valorando las fortalezas y debilidades del enemigo, al tiempo que aguardan el momento oportuno para ejecutar movimientos letales. Pero, mientras tanto, la partida continúa y no cabe duda de que ISIS va ganando el match. Atajar el avance del Estado Islámico no va a ser tarea fácil. Tendría que ser Naciones Unidas quien tomara la decisión de crear una fuerza internacional para frenarles y devolver la situación a los momentos anteriores al conflicto.


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