Los procesos de cambio político
que se están dando en el país, reflejan la voluntad ciudadana de transformación
ineludible de un sistema que está absolutamente caducado. La larga travesía de
la transición democrática ha tocado fondo y, a partir de ahora, todo podría ser
distinto, sustituyendo un bipartidismo interesado por una especie de diálogo
permanente entre distintas fuerzas apoyadas por la ciudadanía.
En este contexto, han nacido
varias propuestas de “confluencia” o “convergencia” ciudadana, donde se ha ido
dando forma a una nueva concepción de organización política, alejada de las
ejecutivas y las mesas camilla que todo lo decidían. Una expresión distinta que
pretende implicarse en la gestión de lo público desde parámetros distintos a
los dictados de los órganos restringidos de los partidos. Así, han aparecido
candidaturas ciudadanas con nombres variados como Madrid Ahora, Málaga Ahora,
Ganemos Córdoba, Barcelona en Común y un largo etc., de iniciativas muy
interesantes que parten de una opción clara por la confluencia de actores
políticos y sociales.
Los que propugnan la necesidad de
conseguir la Unidad Popular siguen situándose en fraseología del siglo pasado,
denostando las nuevas formas de hacer política, quizás con el fin de mantener
sus marcas sin tener en cuenta que la ciudadanía pasa olímpicamente de las
mismas. Los frentistas tienen poco futuro en este país, cansado de tanta
manipulación de vanguardias y de cuadros. Hoy lo que prima es el sentido común,
la posibilidad de converger en estrategias reales de cambio sin importar quién
y cuándo se incorpora. Confío en que no sean propuestas ocasionales, sino en
que consoliden una forma de hacer política totalmente diferente y más acorde
con el Siglo XXI que avanza sin descanso.
Es muy posible que no volvamos a
ver mayorías absolutas en mucho tiempo y eso puede revitalizar las dinámicas
anquilosadas en las instituciones y hacer que los partidos permanezcan en una
continua búsqueda de soluciones y alternativas, despegándose de las sillas que
durante tanto tiempo les sirvieron de posaderas. Pero ha de darse, al mismo
tiempo, un avance en los temas prioritarios para la ciudadanía. De lo
contrario, el hartazgo volverá a aparecer al comprobar que lo de los cambios
era una milonga.
Así que en estas elecciones
municipales y autonómicas los electores deberían primar a aquellos que han
realizado un esfuerzo por confluir en candidaturas abiertas, que han sabido
dejar a un lado sus siglas de partido y se han sumado a procesos de democracia
real y participativa. En política ya sabemos que nada es ni definitivo ni
ideal, pero estamos obligados a reflexionar sobre la imperiosa necesidad de
cambiar lo que tenemos. Después, si no nos gusta, a cambiar de nuevo.
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