domingo, 3 de mayo de 2015

¿UNIDAD POPULAR?


Los procesos de cambio político que se están dando en el país, reflejan la voluntad ciudadana de transformación ineludible de un sistema que está absolutamente caducado. La larga travesía de la transición democrática ha tocado fondo y, a partir de ahora, todo podría ser distinto, sustituyendo un bipartidismo interesado por una especie de diálogo permanente entre distintas fuerzas apoyadas por la ciudadanía.

En este contexto, han nacido varias propuestas de “confluencia” o “convergencia” ciudadana, donde se ha ido dando forma a una nueva concepción de organización política, alejada de las ejecutivas y las mesas camilla que todo lo decidían. Una expresión distinta que pretende implicarse en la gestión de lo público desde parámetros distintos a los dictados de los órganos restringidos de los partidos. Así, han aparecido candidaturas ciudadanas con nombres variados como Madrid Ahora, Málaga Ahora, Ganemos Córdoba, Barcelona en Común y un largo etc., de iniciativas muy interesantes que parten de una opción clara por la confluencia de actores políticos y sociales.

Los que propugnan la necesidad de conseguir la Unidad Popular siguen situándose en fraseología del siglo pasado, denostando las nuevas formas de hacer política, quizás con el fin de mantener sus marcas sin tener en cuenta que la ciudadanía pasa olímpicamente de las mismas. Los frentistas tienen poco futuro en este país, cansado de tanta manipulación de vanguardias y de cuadros. Hoy lo que prima es el sentido común, la posibilidad de converger en estrategias reales de cambio sin importar quién y cuándo se incorpora. Confío en que no sean propuestas ocasionales, sino en que consoliden una forma de hacer política totalmente diferente y más acorde con el Siglo XXI que avanza sin descanso.

Es muy posible que no volvamos a ver mayorías absolutas en mucho tiempo y eso puede revitalizar las dinámicas anquilosadas en las instituciones y hacer que los partidos permanezcan en una continua búsqueda de soluciones y alternativas, despegándose de las sillas que durante tanto tiempo les sirvieron de posaderas. Pero ha de darse, al mismo tiempo, un avance en los temas prioritarios para la ciudadanía. De lo contrario, el hartazgo volverá a aparecer al comprobar que lo de los cambios era una milonga.

Así que en estas elecciones municipales y autonómicas los electores deberían primar a aquellos que han realizado un esfuerzo por confluir en candidaturas abiertas, que han sabido dejar a un lado sus siglas de partido y se han sumado a procesos de democracia real y participativa. En política ya sabemos que nada es ni definitivo ni ideal, pero estamos obligados a reflexionar sobre la imperiosa necesidad de cambiar lo que tenemos. Después, si no nos gusta, a cambiar de nuevo.





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