martes, 5 de mayo de 2015

LA YIHAD DE LOS MERCADOS.


El sistema financiero internacional rinde pleitesía a su “dios” omnipresente, el dinero, colocando en su catecismo fundamentalista las virtudes de la codicia, el egoísmo, la acumulación y el despilfarro, mientras sus clérigos y acólitos, disfrazados de presidentes de gobierno, procuran hacer méritos para alcanzar el paraíso sin reparar en los daños colaterales de sus acciones u omisiones.

Si del sistema dependiera, les encantaría regresar a las épocas feudales, pero saben adaptarse a los nuevos tiempos y traducen a la actualidad en qué consistiría tal situación en el Siglo XXI. En principio, los trabajadores tienen que ganar lo justo dándose por satisfechos al menos por tener un trabajo. La clave está en que su salario les siga manteniendo en situación de cuasi exclusión o pobreza, porque de esa forma protestarán menos, aguantarán más y se mostrarán serviles con el patrón.

Hay que hacer retroceder la presión sindical, anulando sus posibles respaldos de los propios trabajadores y mantener un número elevado de desempleo para que se mantenga la relación deseada. Controlan, a través de sus señores feudales en los gobiernos, la represión sobre las protestas con leyes mordazas para los residuos callejeros pensantes. Manejan los medios de comunicación que utilizan como adormidera de las masas para que se entretengan y no molesten mucho. En ellos mienten como cosacos, pero se confiesan rápido aludiendo a piadosas mentiras.

Hay que anular cualquier atisbo incontrolado que pretenda atacar políticamente al sistema financiero, utilizando la artillería pesada de que esas opciones supondrán la escasez y racionamiento del papel higiénico, como pasa en los confines de la tierra, llamando a la cordura para impedir que unos melenudos con coleta impidan que nos podamos limpiar el culo.

Promueven los desahucios en su diseño del mal, para que sirvan de escarmiento y de referente a aquellos que osen vivir por encima de sus posibilidades, que vean que el sistema es firme y contundente contra los parias, mientras adornan sus constituciones con derechos fundamentales a la vivienda digna, trabajo digno, salud y educación universales. Constituciones que defienden como libro sagrado que jamás cumplirán, pero que utilizan para frenar a los avispados e indignados.

Llevan aplicando esta Yihad de los mercados contra la población mucho tiempo. A veces pierden alguna batalla, pero saben planificar con antelación las siguientes estrategias para sacar partido y adelantar dos pasos el paso perdido. Su bandera no es negra ni tiene letras árabes, enarbolan la bandera de la libertad, de la democracia, de la racionalidad y la modernidad, para colocar fuera del sistema a aquellos disparatados poco dóciles y acoger en su santo seno a las almas a las que engaña con el mensaje del estado del bienestar.

No pretendo exculpar a los de la otra Yihad del califato, ni mucho menos. Pero no debemos perder de vista en que Yihad nos tienen metidos una buena pandilla de golfos y maleantes, disfrazados de gobernantes para el pueblo.

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