sábado, 25 de julio de 2015

TURQUÍA Y ESTADO ISLÁMICO.


Tras varios atentados consecutivos en localidades del sur de Turquía, el gobierno de Erdogan ha decidido, con el beneplácito de EE.UU., iniciar ataques por tierra y aire contra las tropas yihadistas en territorio sirio, en la zona fronteriza que actualmente ocupa ISIS. Con esta opción el conflicto adquiere un nuevo perfil, quizás el que muchos estaban esperando desde las posiciones de la Alianza Atlántica, para frenar y mermar las capacidades de avance y consolidación del Estado Islámico.

Nuevo perfil, en primer lugar, porque Turquía había permitido hasta ahora los pasos por su frontera a Siria de armas, municiones, pertrechos y, especialmente, la incorporación de personas extranjeras a la zona a sabiendas de que su objetivo era unirse a las fuerzas combatientes de ISIS. En segundo lugar, porque hasta ahora no se habían producido ataques por tierra en los que participaran tanques ni tropas de aliados occidentales, abriendo el abanico de posibilidades reducidas por el momento a uso de drones y bombardeos ocasionales.

Recordemos que Turquía es miembro de la OTAN desde 1952, y que aporta al presupuesto de la Alianza el 1’4% del total y que si un país fuese atacado podría intervenir la fuerza militar volcando toda su potencia de fuego en la zona para defender al país atacado. EE.UU., se ha apresurado a solicitar permiso para la utilización de las bases turcas y apoyar desde el aire los bombardeos sobre milicias de ISIS, pero el Secretario General de la OTAN ya está estudiando las posibilidades de intervención de la propia Alianza si así fuese solicitado por el gobierno turco, extremo que no debemos descartar y que implicaría la participación de efectivos aéreos españoles.

Teniendo en cuenta que el aporte a la OTAN está dominado por EE.UU., con un 25,2%, Alemania, con el 19,6% y Reino Unido, 15,5%, lo que suma entre los tres países el 60% del total del presupuesto; cabría pensar que Turquía se convertirá en objetivo fundamental de la Alianza para frenar la ampliación de territorios, destruir la capacidad ofensiva y reducir lo conquistado hasta ahora en Siria, por los yihadistas de ISIS.

Pero no se nos puede escapar que la decisión de Erdogan tiene unas consecuencias graves en la no condena de la violación de los derechos humanos contra el Pueblo Kurdo. En los primeros ataques aéreos turcos ya se han bombardeado posicionamientos del PKK, olvidando que son los Kurdos quienes han venido frenando el avance islamista radical en el norte de Siria. Erdogan va a aprovechar la ocasión para castigar como nunca ha podido hacerlo en los últimos años a los miembros del ejército kurdo que ponen en peligro su estabilidad por la lucha de independencia que reclaman desde hace decenios.

EE.UU. ha puesto condiciones a Turquía para un apoyo total y entre ellas figuran el respeto a los kurdos, quienes se han convertido en sus principales aliados en la zona y a los que han armado hasta los dientes para evitar tener que poner la bota en territorio de conflicto con su infantería y los marines. De momento Erdogan ha hecho oídos sordos, porque no le gusta que los kurdos estén tan bien pertrechados y no desea que adquieran reconocimiento internacional por su tarea de freno al yihadismo en la zona.

Lo cierto de la película es que si Turquía realmente quiere hacer pupa a ISIS tendría que adentrarse muchos kilómetros en territorio sirio, ya que hasta ahora solo ha producido unas treinta bajas tras el repliegue y ocultación de las fuerzas del Estado Islámico, mientras que por su frontera con Irak puede sufrir graves represalias por un mayor número de presencia de efectivos de ISIS.

Llamo la atención a la opinión pública sobre los intereses turcos en las acciones que emprendan, pues arropados por una visión positiva internacional de lo que están realizando como esfuerzo para frenar a ISIS, sin duda alguna se esconden sus intereses geoestratégicos de diezmar las tropas kurdas y el poderío actual del PKK.







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