Después de la tensión en Crimea y
el conflicto con Ucrania, Rusia ha ido moldeando su estrategia internacional
con el fin de lavar su imagen y fijar sus posiciones como potencia con la que
hay que contar. Su participación directa en la guerra en Siria persigue ambos
objetivos, al tiempo que le muestra a la vieja Europa que las sanciones
impuestas contra su país en importaciones de alimentos es una burda medida
señalada por los Estados Unidos y que Rusia, cuenta.
El escenario sirio se va complicando
por momentos. De un lado, los más de 1.500 millones de dólares que Estados
Unidos ha invertido en armar y formar a las milicias de la oposición no han
servido para nada. Esta misma semana el gobierno norteamericano ha desistido de
continuar financiándolos debido a la venta de sus armas o entrega a cambio de
seguridad al propio Estado Islámico. Los países más forofos de la caída del
régimen de Al Assad, ya saben que han de cambiar sus intereses si quieren
realmente frenar la expansión del ISIS. Van a suavizar su discurso contra el
régimen y dejarán de apoyar a mercenarios incontrolados.
Putin, que desde el primer
momento apoya a Al Assad, ha emprendido por su cuenta la respuesta urgente y
necesaria para cambiar el tablero en el escenario de la guerra. Los objetivos
señalados por los bombardeos rusos son, principalmente, los centros de
avituallamiento yihadista, sus centrales y almacenes de polvorines y armamento,
así como sus principales lugares de operaciones. De momento todo un éxito, ya
que ha frenado en seco las operaciones del Estado Islámico y ha suavizado con
fuerza la guerra civil en Siria.
Después de los estados fallidos
de Afganistán e Irak, tras las intervenciones de la coalición occidental, no
podemos permitirnos en el área un nuevo país desestabilizado, porque
favorecería las ansias expansionistas del Califato. Eso lo saben perfectamente
en el mando de operaciones del Pentágono y de la OTAN, que están buscando
ponerse de perfil y emitir algunas opiniones sobre la seguridad, cuando su verdadero
deseo es aplaudir a manos llenas la intervención de Rusia.
Putin buscará algún tipo de
beneficio añadido a su limpieza de imagen internacional y a la estabilización
en la zona. Puede estar relacionado con la necesidad de bombardear algunos de
los pozos petrolíferos que están en manos del ISIS y que hoy significan la
mayor entrada de dinero por el comercio en el mercado negro con empresas
piratas del crudo. Si se les cortan el abastecimiento de armamento y
pertrechos, por un lado, y por otro el grifo de dinero para mantener sus
acciones militares, se estarían arrinconando y cercenando las opciones de
expansión yihadista. Al mismo tiempo, la eliminación de varios campos
petrolíferos no vendría nada mal a los países productores de hidrocarburos que
llevan meses con los precios del barril por los suelos.
Rusia ha entrado con fuerza en el
conflicto y parece que sus acciones militares serán determinantes sobre el
rumbo que tome la situación en Siria y sobre los avances del Estado Islámico.
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