Las elecciones generales del 20D,
se nos presentan con un cambio fundamental sobre las celebradas hasta ahora:
las opciones de gobierno ya no son exclusivas del bipartidismo PP-PSOE. La
aparición con fuerza de Ciudadanos y Podemos, rompe con la inercia perniciosa
de que el Gobierno de España era cosa de dos.
A sesenta y cinco días para que
los electores acudamos a las urnas, lo más resaltable será encontrarnos un
Parlamento donde cuatro grupos políticos cuenten con el entorno del 20% de los
votos cada uno, dejando el 20% restante a partidos nacionalistas y otros
irrelevantes.
Será el Parlamento más vivo de
los que hemos tenido a la fecha, donde las mayorías absolutas y otras con
apoyos puntuales, han cercenado la sustancia del hemiciclo: hablar. Hemos
perdido en este tiempo las maravillosas disertaciones que argumentaran una
medida, los debates acalorados en defensa de posturas encontradas, los combates
dialécticos que hagan pensar a los ciudadanos.
El ejecutivo que salga de las
elecciones no lo tendrá fácil. El Gobierno podría ser cosa de dos, incluso de
tres partidos y la vigilancia y control serán mucho más estrictos que hasta
ahora.
Posiblemente, todos los partidos
aparecerán en la noche electoral diciendo que han ganado, como siempre. Pero
los que realmente habremos ganado seremos la ciudadanía, que inexplicablemente hemos soportado
cuarenta años de absurdo bipartidismo.
Ya no valen los llamados al voto
útil, ni la utilización del miedo de los asusta viejas sobre la llegada del
caos. Ahora toca intentar construir un país distinto, fuerte, sin desempleo,
sin vejaciones ni pérdidas de derechos. Un país libre y diseñado para el futuro
que no viva enquistado en los males de la vieja Europa. Toca apartar de la
política a los corruptos y a los que permitieron la corrupción, toca releer
nuestra Constitución y adaptarnos al Siglo XXI, dar prioridad a las personas y
a los derechos perdidos.
Aún tengo la esperanza de que
nuestro devenir puede cambiar, más que por deseo por necesidad. No podemos permitirnos
demasiadas pérdidas de tiempo, porque hay demasiada gente que lleva mucho
tiempo perdido. La única opción que nos queda es el cambio real, la
modificación de las estructuras dañinas a la ciudadanía y la aplicación de
políticas públicas que nos ayuden a avanzar como pueblo.
Recuperar la dignidad robada y
mirar al futuro con un poco de ilusión. En realidad no pedimos tanto, sólo
apartar de la gestión pública a los ineptos, corruptos y vende patrias que han
demostrado ser nuestros gobernantes.
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