Por fin Rajoy deshojo la
margarita de la fecha para celebrar las elecciones generales. Será el próximo
20 de diciembre, cumpliendo así la legislatura más larga de nuestra democracia,
cuatro años y un mes (una condena). La campaña se llevará a cabo en televisión,
será una campaña de mesa camilla, casi sin actos al aire libre por el frío o la
lluvia. Muchísimos electores participarán de sus comidas de empresa, encuentros
familiares, preparativos navideños y compras de regalos. No estarán pendientes,
de forma especial, de los contenidos de los programas ni de las propuestas de
cada cual. La paga extra estará al caer y los niños de San Ildefonso afinando
las gargantas con limón y miel para cantar el premio gordo el siguiente martes.
Con este escenario tan navideño, la campaña será la de los medios de
comunicación, es decir, todo estará centrado en los mensajes que se trasladarán
para los informativos y el valor de quién controla a los medios será lo más
relevante.
Nos jugamos mucho el 20 de
diciembre. Han sido cuatro años de recortes en todos los servicios públicos, en
libertades y un retroceso en las economías familiares que han dado una vuelta
de tuerca a nuestro avance como país. Desahucios, bajadas salariales,
impuestos, ley mordaza y un ridículo papel en las esfera internacional, con una
cooperación al desarrollo diezmada y escasísima. El periodo de Rajoy, pasará a
la historia como el peor de los gobiernos democráticos, sobre todo para las
capas medias y pobres de nuestro país, ya que los grandes empresarios y los
ricos han podido sacar una enorme tajada de las políticas del Partido Popular.
En democracia, las elecciones son
el único instrumento que los ciudadanos tenemos para ejercer nuestro poder.
Analizar cómo nos han afectado las políticas del actual gobierno, observar el
abanico de opciones que se presentan e intentar elegir la mejor de entre ellas.
Pero ese poder del voto, también puede y debe llevar un cierto matiz de castigo
ejemplar a quienes nos han vilipendiado de mil formas, ejerciendo sobre
nuestras vidas la intervención del Estado. Así que el pueblo soberano tendrá la
última palabra en forma de papeleta.
Estamos en precampaña de las
generales y comenzarán a aburrirnos con sus logros y mentiras, con la intención
de que nos olvidemos de lo nocivos que han resultado para nuestras economías.
Pero esto tiene que parar. Ya no debemos permitir, ni una elección mas, que nos
pretendan tomar el pelo o robar la cartera. Hay necesidad de cambio, cambio que
llevamos esperando desde las primeras medidas que tomó el gobierno del PP.
Cambio que debe pasar por recuperar nuestros derechos y los servicios públicos,
acabar con los rodillos parlamentarios y favorecer una transformación cercenada
por esta legislatura perdida.
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