Los resultados de las elecciones
legislativas en Venezuela dan un provisional de 99 diputados a la Mesa por la
Unidad Democrática y 46 escaños al PSUV de Nicolás Maduro. Faltan por adjudicar
22 escaños que en las próximas horas dirimirán si la oposición obtiene o no los
2/3 de la cámara.
Todas las encuestas previas daban
como seguro el triunfo de la Mesa, la gran duda era saber por cuánto iba a
ganar. De confirmarse estas diferencias la victoria de la oposición habría sido
aplastante. El Presidente Maduro ha reconocido la derrota a pocos minutos de
hacerse públicos los resultados previos por parte del Consejo Nacional
Electoral de Venezuela.
Bajo mi punto de vista, tres han
sido los factores que han influido en la derrota del Chavismo. En primer lugar,
la larga, duradera y dañina campaña de estrangulamiento económico por parte de
las empresas que han colocado e Venezuela en una situación de desabastecimiento
generalizado y creado un día a día realmente insostenible. De otro lado, la
torpeza por parte del Gobierno de haber encarcelado a opositores, colocando en
un alto grado de simpatía a la Mesa ante la opinión pública internacional. Y,
por último, los bajos precios del petróleo, que han impedido al Gobierno de
Maduro realizar inversiones de calado en el país y paliar las grandes
necesidades que el pueblo esta sintiendo.
Es muy posible que en la
asignación de los curules que faltan por adjudicar la Mesa por la Unidad
consiga el peso suficiente en la cámara como iniciar un proceso de transformación
política en el país. No obstante, tendremos que analizar cómo la variadísima
composición de partidos que integran la Mesa es capaz de mantener una hoja de
ruta coherente sin entrar en disputas internas que pongan en peligro un cambio
real para Venezuela.
Uniendo este resultado venezolano
al reciente cambio de gobierno en Argentina, nos encontramos con dos pilares
fundamentales que pueden ocasionar un efecto dómino en otros países como
Ecuador, Bolivia y Nicaragua. Si sumamos los graves momentos por los que pasa
el gobierno de Dilma en Brasil, podríamos decir que estamos entrando en un
nuevo ciclo de la política en América Latina, en una suerte de regreso a los
gobiernos neoliberales en el subcontinente.
Confío en que el proceso de
cambio en Venezuela resulte pacífico y dinámico, sin poner en peligro la
transformación elegida por el pueblo en las urnas. El peso de la guerra
económica y mediática han dado sus frutos contra un proceso revolucionario
castigado por tierra, mar y aire. Se abre una época clave para el futuro de
Venezuela de la que estaremos pendientes en los próximos meses.
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