Las
autoridades reunidas en París en la Conferencia Internacional promovida por
Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, llegaron a algunos acuerdos
interesantes pero no vinculantes. No fueron capaces de concluir con unos
Tratados, que serían de obligado cumplimiento, sino recomendaciones y
compromisos que se revisarán cada lustro sin que modifiquen las políticas
medioambientales de los países emisores de forma obligatoria.
Mal lo tenemos
para las futuras generaciones si los actuales gobernantes no ponen remedio de
una forma rápida y eficaz a los efectos que provoca el Cambio Climático. Pero
mucho peor si no se atienden toda una batería de propuestas que modifiquen
nuestros hábitos de vida y conduzcan a un Planeta más limpio, saludable y
duradero. Somos la especie humana la que hemos decidido cargarnos el habitat de
todas las demás especies, convirtiéndonos así en animales humanos peligrosos
para los demás animales y especies vegetales.
Dentro de la
batería de propuestas a abordar, se encuentra la sustitución de la energía
nuclear y de hidrocarburos por energías limpias y renovables, anteponiendo los
intereses de todos a los de empresas multinacionales. Para ello, hay que ser
muy valiente y contar con una suerte de aptitudes de las que hoy adolecen los
mandatarios internacionales. Para tal fin, Naciones Unidas también ha
fracasado, ya que sus intentos de avanzar chocan frontalmente con los
posicionamientos particulares de los poderosos y siempre juega al no molestar
demasiado, ya que prefieren conseguir pequeños avances a no conseguir nada.
Tenemos que
iniciar ya la sustitución del actual parque automovilístico por vehículos
limpios. Sabemos que contamos desde hace tiempo con la tecnología necesaria
para su implementación y que son intereses especulativos del petróleo los que
ejercen una presión inmensa para no cambiar nuestro sistema privado de
transporte: el coche.
Tenemos que
erradicar, de forma radical, la tala indiscriminada de masa boscosa e iniciar
un incremento de la masa arbórea mundial que duplique nuestra actual situación.
Podemos plantearnos, con bastantes opciones de éxito, la reducción de las zonas
desérticas en un 10% de su masa actual, ampliando nuestro suelo cultivable y
poniendo freno al avance de las mismas.
Hemos de comenzar,
sin dilación, a trasladar los núcleos urbanos del litoral al interior,
alejarnos de las costas para evitar millones de muertes en el futuro. La
planificación de este cambio es prioritaria y puede llevarse a cabo de forma
progresiva pero urgente en los próximos años.
Hemos de garantizar unas formas y hábitos de vida mucho más saludables,
con un transporte público económico y de calidad; un profundo sistema efectivo
de tratamiento de los residuos sólidos urbanos que garantice su reutilización.
En estos cambios urgentes, las personas somos imprescindibles, tanto para
reclamar su aplicación a los gobernantes como para cambiar nuestros propios
hábitos de vida.
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