Los informes económicos del Banco
Nacional, indican que ha disminuido sensiblemente el ahorro de los españoles,
al tiempo que se ha acrecentado el consumo y reactivado con pequeños
porcentajes las cifras de ventas. Sin embargo, cientos de miles de familias ni
tienen ahorro sensible ni pueden permitirse superar la tan temida cuesta de
enero.
Estirar nóminas menguantes se ha
convertido en el deporte nacional y cada vez nos parecemos más a los cubanos en
aquello de “resolver”. Separar el dinero para pagar la hipoteca o el alquiler,
la luz, el agua, el transporte, los alimentos básicos, ropa y calzado, dejan a
muchísimas familias a cero, pero no a final de mes, sino a mediados.
Nos hemos acostumbrado a esta
realidad con salarios muy reducidos que hacen que muchas personas que trabajan
continúen en la espiral de la pobreza y de la preocupación por el día a día. El
gobierno del PP muestra continuamente la bajada del desempleo como un éxito de
su política de restricciones, pero oculta que los empleos creados no perciben,
en su mayoría, salarios que permitan vivir con desasosiego y hacer frente a los
gastos enormes de los servicios básicos.
Hemos perdido, en menos de ocho
años, las garantías de seguridad que otrora nos daba un trabajo como reflejo de
formar parte del grueso de la ciudadanía en una campana de Gauss. Más de
400.000 jóvenes han salido del país en busca de cualquier tipo de trabajo,
mientras que los que obtienen un contrato en España saben que suelen durar días
o semanas y en raras ocasiones llegará a los 1.000 euros de salario mensual.
La cuesta de enero ya nos dura
desde 2008 y vivimos en ella asumiendo que estos cambios en las relaciones con
el mundo del trabajo y de los salarios han venido para quedarse. Hemos
detectado, con toda claridad, que la crisis o la estafa de la crisis, ha sido
utilizada para establecer nuevos modelos en la contratación y el empleo,
colocándonos en una renta per cápita y en un índice de Consumo Individual
Efectivo por debajo de la media europea.
Estancados ahí los datos durante
varios años, deja de funcionar el sentimiento de que es fruto de la denostada
crisis, que esta ya ha sido superada y que lo que tenemos es lo que hay. Nadie
espera ya volver a tiempos mejores que cada vez son más olvidados y entramos en
la normalidad de unas condiciones salariales pésimas y estrechas y un nivel de
vida más cercano a finales del siglo pasado que al actual.
Los cinturones se han ajustado
todo lo posible y el concepto de cuesta de enero se mantiene durante todo el año.
Después de algunos homenajes fruto de las fiestas navideñas, volvemos a la
triste realidad de los ajustes intrafamiliares y la economía real, siempre tan
alejada de los datos de la economía oficial.
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