Tras finalizar la XLIII
Asamblea General de la Organización de Estados Americanos (OEA), celebrada en
la ciudad de Antigua, Guatemala, cabe preguntarse en qué momento se encuentra
la Organización y que escenario le espera para el futuro inmediato.
Quisiera comenzar
recordando que la OEA se mantiene de las cuotas de los países miembros, aunque
el principal sostenedor de la entidad ha sido Estados Unidos. En los
presupuestos de años anteriores, el no pago de Estados Unidos, provocó un verdadero
estrangulamiento en el funcionamiento ordinario de la OEA, poniendo en peligro
la continuidad de la misma.
Curiosamente esa
realidad ha cambiado, poniéndose Estados Unidos al día no sólo de sus cuotas
sino de sus aportaciones a distintos programas y convenios comprometidos,
arbitrando además compromisos para los años venideros. Este cambio de actitud
por parte del gobierno norteamericano obedece, según mi criterio, a la pérdida
de control de Estados Unidos de los procesos de integración regional y subregional
que se están dando en América Latina, procesos que van mucho allá de la propia
funcionalidad política de OEA.
La Organización de
Estados Americanos fue creada en la época de la “Guerra Fría”, de especial
interés geoestratégico para evitar reproducciones de revoluciones como la
cubana y controlar, al mismo tiempo, los procesos políticos en el resto de
países. Actualmente, distintos procesos como Mercosur, Sica, Unasur y, sobre
todo, la Celac (Comunidad de Estados Latinoamericanos y del Caribe), quedan
fuera del control de Estados Unidos y avanzan rápidamente en acuerdos y
consolidación de propuestas realmente latinoamericanas.
El Gobierno de Obama ha
cambiado de estrategia y se propone no sólo la continuidad de la OEA sino su
potenciación como único elemento político de control hemisférico, más allá de
los tratados de libre comercio. Los estados latinoamericanos hace tiempo han
superado la fase de ser “patio trasero” de Estados Unidos y la concepción de
Monroe: “América para los Americanos“;
avanzando cada vez con mayor congruencia en sus propias estructuras de
integración regional y subregional.
La práctica totalidad
de los países del hemisferio sur coinciden en la escasa validez de la OEA tal y
como está estructurada, ya que se ha convertido en un elefante institucional,
muy costoso, poco eficaz y que aborda asuntos con creces superados por otras
estructuras creadas con posterioridad. Incluso ese era uno de los argumentos
que arguyera Estados Unidos para ir retirando su apoyo, colocándose ahora al frente
de la necesaria reestructuración de la Organización e inyectando dinero que
evite su cierre.
El actual Secretario
General, el chileno José Miguel Insulza, ya ha anunciado su marcha de la
Organización para ocupar un puesto de Senador en las próximas elecciones
chilenas, momento en que se abrirá el melón para que Estados Unidos coloque a
la persona idónea con el objetivo de relanzar la OEA. Con lo cual, de momento,
el final de la OEA no está ni mucho menos cerca.
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