sábado, 22 de junio de 2013

QUEREMOS MAIS.

Los brasileros se han echado a la calle de forma masiva. Más de un millón de personas en 80 ciudades del país han protestado contra las políticas del gobierno y exigiendo mayor transparencia, menos corrupción y mejores servicios públicos. Aquello que empezara como una protesta por el alza del billete del transporte público en 20 céntimos de real, fue el detonante para sacar a la calle reivindicaciones de mayor calado. Algo parecido a lo ocurrido en Turquía, que comenzara por la eliminación de un parque, ha pasado a convertirse en un reclamo social para mejorar la democracia.

Con toda la responsabilidad que se puede tener en estos casos, el movimiento por el “pase libre”, ha anunciado que no va a volver a convocar concentraciones y manifestaciones por filtraciones en las mismas de grupos de la derecha que intenta aprovechar la coyuntura de respaldo social para tumbar a un gobierno legítimo. Lo que el movimiento demanda es “Mais Democracia” y no está dispuesto a que ningún interés ajeno utilice el momento.

El gobierno de Dilma Rousseff ha reaccionado tarde y mal. No ha entendido desde el principio lo que se estaba demandando en la calle y ha tardado en ubicarse para dar respuesta a las demandas. Actuando como todos los gobiernos del mundo ha pretendido criminalizar las protestas. Craso error teniendo en cuenta la pulcritud de las mismas y las demandas tan claras que han realizado cientos de miles de cariocas. Enrocarse en el poder de las urnas está bien, es legítimo, pero hacer oídos sordos de la expresión en las calles dice muy poco sobre la cercanía de los gobernantes con sus ciudadanos.

Los brasileños quieren más. Más salud pública y menos eventos millonarios, más educación de calidad y meno corrupción. Que no suban los precios del bus ya es puramente anecdótico, aunque se ha conseguido, pero las demandas más interesantes se han ido gestando en la calle.

Por eso no puedo sino aplaudir la sensibilidad del movimiento que nos ha mostrado al mundo y especialmente a los países cercanos de Latinoamérica, que la sociedad no puede ni debe permanecer al margen de la política, que en el momento en que pasamos de los políticos y de los gobiernos, los gobiernos y los políticos empiezan a pasar de nosotros. Dos muertes han puesto un triste colofón a la protestas pero hemos de desear que los partidos políticos y los gobernantes entiendan los mensajes. Que se acerquen más al “buen gobierno” y se alejen de las sucias prácticas del poder.


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