Los brasileros se han
echado a la calle de forma masiva. Más de un millón de personas en 80 ciudades
del país han protestado contra las políticas del gobierno y exigiendo mayor
transparencia, menos corrupción y mejores servicios públicos. Aquello que
empezara como una protesta por el alza del billete del transporte público en 20
céntimos de real, fue el detonante para sacar a la calle reivindicaciones de
mayor calado. Algo parecido a lo ocurrido en Turquía, que comenzara por la
eliminación de un parque, ha pasado a convertirse en un reclamo social para
mejorar la democracia.
Con toda la
responsabilidad que se puede tener en estos casos, el movimiento por el “pase
libre”, ha anunciado que no va a volver a convocar concentraciones y
manifestaciones por filtraciones en las mismas de grupos de la derecha que
intenta aprovechar la coyuntura de respaldo social para tumbar a un gobierno
legítimo. Lo que el movimiento demanda es “Mais Democracia” y no está dispuesto
a que ningún interés ajeno utilice el momento.
El gobierno de Dilma
Rousseff ha reaccionado tarde y mal. No ha entendido desde el principio lo que
se estaba demandando en la calle y ha tardado en ubicarse para dar respuesta a
las demandas. Actuando como todos los gobiernos del mundo ha pretendido
criminalizar las protestas. Craso error teniendo en cuenta la pulcritud de las
mismas y las demandas tan claras que han realizado cientos de miles de
cariocas. Enrocarse en el poder de las urnas está bien, es legítimo, pero hacer
oídos sordos de la expresión en las calles dice muy poco sobre la cercanía de
los gobernantes con sus ciudadanos.
Los brasileños quieren
más. Más salud pública y menos eventos millonarios, más educación de calidad y
meno corrupción. Que no suban los precios del bus ya es puramente anecdótico,
aunque se ha conseguido, pero las demandas más interesantes se han ido gestando
en la calle.
Por eso no puedo sino
aplaudir la sensibilidad del movimiento que nos ha mostrado al mundo y
especialmente a los países cercanos de Latinoamérica, que la sociedad no puede
ni debe permanecer al margen de la política, que en el momento en que pasamos
de los políticos y de los gobiernos, los gobiernos y los políticos empiezan a
pasar de nosotros. Dos muertes han puesto un triste colofón a la protestas pero
hemos de desear que los partidos políticos y los gobernantes entiendan los
mensajes. Que se acerquen más al “buen gobierno” y se alejen de las sucias
prácticas del poder.
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