El Siglo XXI camina
inexorablemente hacia un nuevo paradigma en las relaciones internacionales
basadas en el desarrollo económico y la influencia de determinados países y
regiones en el escenario de juego. Hemos pasado de una situación geoestratégica
basada en la “Guerra Fría” desde la II Guerra Mundial hasta principios de los
90, hacia un afloramiento de nuevas potencias económicas que cambiarán en el
futuro inmediato las reglas en el tablero.
La interdependencia en
un mundo globalizado nos obliga a mirar más allá de las potencias clásicas:
Estados Unidos, Europa y Japón, tres economías en permanente estancamiento,
para dirigir la mirada hacia otros países que emergen indicándonos que la
partida en el presente siglo se juega entre muchos más actores.
De un lado, estaría los
países comprendidos en el BRICS, Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica, cuyo
crecimiento ha sido sostenido en los últimos diez años y cuentan con la
planificación económica equilibrada para que lo continúe siendo en los próximos
diez, si bien Brasil presenta algunas dudas en cuanto a la posible aparición de
una burbuja inmobiliaria de grave calado.
De otro lado, aparecen
los países comprendidos en el MINT, Méjico, Indonesia, Nigeria y Turquía,
quienes han desarrollado una persistente política expansiva que se hará notar
en los próximos años, especialmente el caso de Indonesia y Nigeria, situándose
ambos países en un crecimiento acelerado que a la vez tira de otras economías
de países adyacentes. Turquía crece extraordinariamente, pendiente aún de su
admisión al club de la UE, y Méjico con una pujanza espectacular en los últimos
meses en la región latinoamericana que empieza a robar la exclusividad de
gigante a la República de Brasil.
El hecho de que estos
nueve países cobren peso en la economía mundial obliga a rediseñar el poder
político mundial. La hegemonía de Estados Unidos basada en su programa del
Siglo Americano, no ha tenido en cuenta que el poder económico se está
disgregando y desconcentrando por lo que habrá de asumir un nuevo orden
económico internacional. Un nuevo orden que lleva consigo el encaje de estos
países emergentes en el diseño de las políticas globales, traduciendo su peso
en los organismos internacionales para mantener un cierto equilibrio que rompe
la unipolaridad norteamericana. Negarse a contemplar esta evidencia, puede
suponer un grave deterioro en los próximos años en la paz mundial y acelerar
algunos procesos dormidos que desemboquen en conflictos que actualmente nadie
desea.
De ahí que resulte
motivador visibilizar en los próximos años la evolución tanto de los BRICS como
de los MINT, su adecuación a las estructuras políticas de decisión y su
inclusión en los organismos internacionales: Consejo de Seguridad, Banco
Mundial, FMI, etc.