jueves, 30 de enero de 2014

NUEVO ORDEN INTERNACIONAL.

El Siglo XXI camina inexorablemente hacia un nuevo paradigma en las relaciones internacionales basadas en el desarrollo económico y la influencia de determinados países y regiones en el escenario de juego. Hemos pasado de una situación geoestratégica basada en la “Guerra Fría” desde la II Guerra Mundial hasta principios de los 90, hacia un afloramiento de nuevas potencias económicas que cambiarán en el futuro inmediato las reglas en el tablero.

La interdependencia en un mundo globalizado nos obliga a mirar más allá de las potencias clásicas: Estados Unidos, Europa y Japón, tres economías en permanente estancamiento, para dirigir la mirada hacia otros países que emergen indicándonos que la partida en el presente siglo se juega entre muchos más actores.
De un lado, estaría los países comprendidos en el BRICS, Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica, cuyo crecimiento ha sido sostenido en los últimos diez años y cuentan con la planificación económica equilibrada para que lo continúe siendo en los próximos diez, si bien Brasil presenta algunas dudas en cuanto a la posible aparición de una burbuja inmobiliaria de grave calado.

De otro lado, aparecen los países comprendidos en el MINT, Méjico, Indonesia, Nigeria y Turquía, quienes han desarrollado una persistente política expansiva que se hará notar en los próximos años, especialmente el caso de Indonesia y Nigeria, situándose ambos países en un crecimiento acelerado que a la vez tira de otras economías de países adyacentes. Turquía crece extraordinariamente, pendiente aún de su admisión al club de la UE, y Méjico con una pujanza espectacular en los últimos meses en la región latinoamericana que empieza a robar la exclusividad de gigante a la República de Brasil.

El hecho de que estos nueve países cobren peso en la economía mundial obliga a rediseñar el poder político mundial. La hegemonía de Estados Unidos basada en su programa del Siglo Americano, no ha tenido en cuenta que el poder económico se está disgregando y desconcentrando por lo que habrá de asumir un nuevo orden económico internacional. Un nuevo orden que lleva consigo el encaje de estos países emergentes en el diseño de las políticas globales, traduciendo su peso en los organismos internacionales para mantener un cierto equilibrio que rompe la unipolaridad norteamericana. Negarse a contemplar esta evidencia, puede suponer un grave deterioro en los próximos años en la paz mundial y acelerar algunos procesos dormidos que desemboquen en conflictos que actualmente nadie desea.

De ahí que resulte motivador visibilizar en los próximos años la evolución tanto de los BRICS como de los MINT, su adecuación a las estructuras políticas de decisión y su inclusión en los organismos internacionales: Consejo de Seguridad, Banco Mundial, FMI, etc.


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