lunes, 16 de junio de 2014

COLOMBIA AMARGA.


Juan Manuel Santos ha ganado en el balotaje a su oponente Zuluaga. Con el 51% de los votos, Santos gobernará Colombia en el próximo periodo. Ahora conviene desgranar un poco estos datos y su significado para el futuro inmediato de los colombianos.

En primer lugar, hay que hacer mención a la alta abstención en la segunda vuelta. Más del 50% de los electores se han quedado en casa. Eso quiere decir que los colombianos están realmente cansados de las alternancias entre liberales y conservadores en los gobiernos, que se dan desde su independencia con o sin democracia. Es un bipartidismo gastado y obsoleto que sigue beneficiando a las clases altas y medias altas del país, mientras mantiene enormes bolsones de pobreza y de extrema pobreza. Colombia es uno de los países más desiguales del continente. El resultado para Santos es evidente, pero recordemos que sólo le ha votado un 25% de los electores totales, sólo ¼ de los colombianos apoyan sus propuestas.

En segundo lugar, la elección ha estado marcada por el proceso de Paz iniciado con las FARC y recientemente con el ELN. Santos se ha propuesto como meta la pacificación del país para terminar con más de cincuenta años de guerra que ha costado la vida de cerca de 250.000 colombianos y más de tres millones de desplazados. Podemos intuir que la apuesta es firme por la paz y la reconciliación, pero al ritmo que llevan las negociaciones de La Habana el proceso podría dilatarse demasiado en el tiempo y comenzar a estancarse con los asuntos más espinosos del diálogo que aún no se han tocado.

En tercer lugar, los colombianos están dando muestra de hartazgo de esta clase política que los ha llevado a la ruina durante decenios y así lo ha manifestado en la primera vuelta, votando nuevas opciones, aunque no consiguieron colarse para la segunda. Mucho han de cambiar las cosas en los actuales mandatarios y oposición de Colombia, para evitar que en los próximos procesos electorales entren en liza nuevas opciones, jóvenes, vivas y con poco almidón en sus ropas. Se vislumbra la aparición de una nueva Colombia en lo político, con discursos innovadores y modernos, para la aplicación de políticas públicas que busquen mayor equidad y un desarrollo armónico y simétrico.

Por último, Santos tiene que plantearse muy seriamente un ejecutivo capaz de sintonizar con los problemas reales de la gente, muchos de ellos más allá de la guerra en el país. Tendrá que ir mezclando los adelantos de proceso de paz con un alarde de nuevas políticas si realmente quiere lo mejor para su pueblo. No puede construirse la paz de los cementerios sino una paz que dibuje un nuevo país, valiente, integrador, no excluyente y dispuesto a avanzar en común hacia un desarrollo y una democracia real, acabar con la corrupción y promover la unidad de todos los colombianos.



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