La abdicación de Juan Carlos I se
había venido barajando como opción desde el safari en Botswana que provocó la
operación de cadera y la petición de perdón: “lo siento mucho, me he
equivocado, no volverá a ocurrir”. Los líos del yerno, la imputación de la
Infanta Cristina, no ayudaban mucho y la Casa Real entro en una valoración en
picado de la ciudadanía. Sin duda, la elección del Rey para buscar el momento
idóneo para abdicar ha sido ejemplar. De haberlo hecho antes, hubiésemos
justificado por la aparición de los escándalos citados. Más tarde, por los
problemas políticos que podrían surgir en torno a Cataluña, el crecimiento de
fuerzas o frentes republicanos, la debacle del constitucionalismo inestable del
bipartidismo, etc.
El momento entre reyes es el
justo, el más apropiado. La situación en España es de una extrema gravedad, sin
que las políticas de recortes del gobierno del PP tengan marcha atrás y cientos
de miles de familias no tengan acceso a ningún tipo de ayuda social ni perciban
ningún ingreso entre sus miembros. Los preferentistas siguen con su dinero
perdido, robado; continúan los desahucios a miles; la frenada del paro es
bastante estacional y los empleos que se crean son cada vez más basura,
temporales y mal pagados. Continuamos teniendo muchas casas sin gente y mucha
gente sin casas; una sanidad venida a menos y una educación que baja enteros;
demasiada corrupción en la clase política y en el sistema financiero; una banca
rescatada y a Bruselas vigilando cada movimiento y dato del Gobierno.
Sin duda, nuestro país va a dar
pasos incansables hacia un cambio político, donde lo de ayer aparecerá
indefectiblemente como viejo, caduco y trasnochado. Y en ese paquete también
entraba el Rey Padre, la monarquía, la Casa Real, aunque mucho mejor valorado
que ninguno de ellos, el Príncipe Felipe. El Futuro e inminente Rey de España
Felipe VI, ha sabido mantenerse al margen de todos los desatinos reales y ha
cultivado su imagen de joven formado (ya no es tan joven); asumiendo las
representaciones ante América Latina en actos oficiales desde hace muchos años;
listo para asumir las tareas que emanan del cargo de Rey de España.
Todos recordaremos este periodo
entre reyes, que durará más o menos un mes, como la memoria de lo realizado por
el monarca padre y las virtudes a desarrollar por el monarca hijo. Un hecho
histórico que nos ha tocado vivir. Pero no debemos olvidar que los próximos
meses en la vida política española serán muy convulsos, desde el secesionismo
catalán al vasco, pasando por unas elecciones municipales, autonómicas y
generales, que tensionarán mucho más una situación muy alejada de lo idílico.
El Rey Felipe VI pertenecerá a la
media de edad de los españoles actuales, sintonizará mucho más con ellos y
posiblemente entenderá los problemas sociales, económicos, políticos y de
estado, con otros puntos de vista. Pero él mismo debe saber que la designación
constitucional como heredero de la corona es un asunto rancio, que la gente no
entiende por qué no gobierna su hermana Elena, porqué no se cambio la Ley
Sálica, incluso por qué no debe someterse a un referéndum popular que
certifique su apoyo como monarca.
Sabe el próximo Rey que los
momentos no son para nada tranquilos y que va a necesitar de un fuerte apoyo
institucional y político para afrontar los próximos tiempos. D. Juan Carlos
tendrá que echar una mano a su hijo, con una transición escalonada, sin
rupturas ni estridencias, cambiando algunos decorados y personajes, pero no la
obra a representar.
1 comentario:
¿Apoyo institucional y político?, eso lo tiene asegurado.
Lo que sería una vergüenza es que los ciudadanos también le dieran su apoyo.
La monarquía en España ha sido historicamente corrupta, y en estos tiempos todo el mundo lo conoce. No se puede contemporizar con una institución que nos esquilma y que se identifica descaradamente con los que están saqueando al país.
Sin definirme como republicano creo que, solo por dignidad, hoy más que nunca hay que salir a la calle para acabar con esa obsolescencia que nos impuso un dictador.
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