lunes, 3 de noviembre de 2014

SE ACABÓ LA FIESTA.


Basta recordar el proceso de transición en España para darse cuenta de dónde estaban situados los intereses de la entonces “clase política”. Arias Navarro de presidente post-franco, representaba los intereses del “movimiento” y pretendía establecer un Franquismo sin Franco, una continuación del régimen. El Rey Juan Carlos, bien asesorado, optó por retirarle su confianza y nombra a Adolfo Suárez Presidente del Gobierno, encargándole expresamente el inicio de transición a una democracia moderna. Suárez viaja a Washington para el obtener el visto bueno de la nueva opción para España, recibiendo el apoyo norteamericano de inmediato. Se inicia, así el proceso de transición que no se concretará hasta la firma de los “Pactos de la Moncloa”, dos años más tarde.

La redacción de la Constitución Española del 78, sirvió de motivo para afirmar la ruptura con el régimen anterior y perfilar un país nuevo, moderno y adaptado a los tiempos europeos. Nuestra actual Constitución, aunque ya necesita una puesta a punto pasando por la ITV, recoge una serie de declaraciones de principios que han sido vulnerados por todos los gobiernos desde el 79 hasta ahora. Ningún partido ha entrado en la defensa de estos principios y de articulados concretos que sitúan al pueblo como principal soberano y aparece protegido por encima de los intereses económicos en lo referido a su propio bienestar con la gestión de los servicios básicos a la población. La Constitución simplemente ha sido utilizada para frenar, reprimir o castigar, aquellos empeños territoriales que no se amoldaban al modelo descrito y aprobado, pero nunca se tomó como libro de cabecera para acometer una verdadera política de Estado.

Los partidos se amoldaron al nuevo sistema, fabricándose al efecto una Ley Electoral absolutamente injusta, que permitía la presencia de dos grandes partidos y que realmente les ha funcionado durante todo este tiempo. Tanto PP como PSOE, han sido paladines de lo que ellos denominan “estabilidad”, respetándose en la alternancia para que nada cambiara. Más allá de algunas cuestiones de maquillaje, ambos han estado y están de acuerdo en lo que denomino “Los principios fundamentales del Sistema”. En la alternancia les ha ido bien, tenían su cantera de vividores de la política pero lo importante era estar o recuperar el poder en todo momento, sumiendo a los españoles en un discurso arcaico de las izquierdas y las derechas, reflejo de la época post-franquista, con el fantasma de la guerra civil en las mentes del personal.

Y no se han dado cuenta que esta realidad ha cambiado. Demográficamente, nuestro país ha sufrido un cambio generacional que no ha sido asumido ni estudiado por los grandes estrategas y analistas de las máquinas de marketing en que se habían convertido ambos partidos, pensando que todo les funcionaría igual que hasta ahora, hiciesen lo que hiciesen, pasara lo que pasara y con la total impunidad de que han disfrutado en todo este tiempo.

Han pasado casi 40 años de la muerte del dictador y durante este tiempo también han ido cambiando la edad de los españoles, su formación y capacitación, teniendo hoy a una gran parte de la pirámide poblacional que sólo ha vivido en democracia. Una mayoría que ha visto todo el proceso político y que conoce y analiza sus propias contradicciones, con una responsabilidad ciudadana al alza. Alguno dirá que esto mismo ocurría hace tres años, cuando más de 10 millones de españoles votaron al PP. Y es cierto.

Pero lo que ha cambiado, partiendo de los jóvenes y sumando cada vez más voluntades de distintas capas de la población, sobre todo de capas medias, es que en estos tres años transcurridos de gobierno del PP se ha llegado al hartazgo del propio sistema. La ciudadanía ya no aguanta más y no está dispuesta a ser cómplice de un sistema que actúa contra ellos en lugar de respetar la Constitución y aplicar políticas públicas en beneficio del pueblo. Se les ha ido de las manos, a ellos y al resto de partidos irrelevantes que pretendían jugar en ese mismo tablero para, alguna vez, romper el bipartidismo haciendo de bisagras o muletillas y promoviendo algunas reformas.

Pensaban que esto sería siempre así, que la población española seguía siendo inmadura y temerosa de cambios bruscos de orientación, avalando sus tesis del bipartidismo. Y se equivocaron. Lo único que aparece claro en estos momentos es que España necesita un cambio, un cambio real de reglas, prioridades, escenarios, líderes y representantes del pueblo. No les asusta la opción de Podemos, lo que realmente les asusta a ambos y a los irrelevantes, es perder todo el poder que han ido acumulando durante este tiempo y que no han sabido utilizar para ilusionar al país, relegándolo a un estado europeo de segundo nivel mientras vivían de lujo a costa de los demás. Simplemente, se acabó la fiesta.


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