miércoles, 7 de abril de 2010
RESPONSABILIDAD CIUDADANA
A poco más de un año de las elecciones municipales y de 13 comunidades autónomas en España, se nos presenta un panorama bastante desolador entre las propuestas que tendremos los ciudadanos para elegir libremente. En el Partido Popular se salpica el oscurantismo financiero por todo el mapa ibérico, cada vez aparecen más casos de corrupción interna y aunque las encuestas indiquen que no está afectando demasiado a la intención de voto al PP, es de esperar que los electores con un poco de sentido común no apoyen a quienes no saben ni siquiera gobernar su casa.
Mientras, en el PSOE, están demostrando su incapacidad para salir de la crisis y se encuentran enzarzados en peleas y disputas internar por ver quién se queda en los puestos posibles, en previsión de una pérdida anunciada del gobierno en España y de la mayoría absoluta en Andalucía, así como de varias comunidades autónomas y bastantes ayuntamientos de capitales de provincia. La desbandada será grande y la preocupación fundamental de este partido es qué hacer para recuperar los votos que está perdiendo como se pierde agua con un grifo abierto. No parece que los escándalos financieros del PP y la falta de firmeza en sus líderes sirvan de apoyo a las propuestas del PSOE, pues las únicas cifras en las que sube, de momento, son en las cifras del paro, del déficit y en la bajada de nuestro poder económico como país. Ni siquiera la presidencia europea le ha servido para recuperar cierto nivel de imagen. Continúa cuesta abajo y sin frenos.
En el fondo del desencanto de la ciudadanía, está el hartazgo de que ambos partidos hayan constituido una especie de “clase política” inaccesible al resto de los mortales, arrogándose la única representatividad posible de lo público en el territorio español. Da igual que se produzcan escándalos de corrupción, da igual que no se consiga salir del pozo económico con la celeridad requerida, parece que lo único importante es que ellos se mantengan en el poder. Cuando los partidos políticos de un país centran su finalidad exclusivamente en ocupar el poder, han perdido toda credibilidad para ofrecerse como alternativa. Porque en ese proceso pierden la oportunidad de estar junto al ciudadano y muestran su verdadera referencia como salvadores (aunque impuros) de la patria.
La reflexión extendida de la población cuando habla del tema es que ambos son iguales y (dejando de lado a los que fanáticamente apostarán por mantenerse fieles a su voto de reminiscencias de las dos Españas) hoy por hoy se decantan por la abstención, salida que es preferida por los dos grandes partidos a que se vote a otros. No les importa que la participación electoral de los españoles baje considerablemente, porque a ellos lo que les importa es estar ahí. Necesitamos cambiar esto. No nos merecemos que la vida política en nuestro país sea ninguneada por aparatos electorales que manejan a la perfección el marketing político y la caja tonta cuando llegan las campañas.
Por eso, la única alternativa real para que esto cambie está en manos de las personas que entienden que la política sirve en tanto en cuanto sirve a la población y al país. Personas que asumen la importancia del voto cuando llegan los momentos electorales y depositan el suyo con el convencimiento pleno de que hay que acabar con esta clase política si queremos prosperar en libertad y en democracia.
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