domingo, 2 de mayo de 2010

RESETEAR ANDALUCÍA: TRIPARTIDISMO.

La clase política en Andalucía ha salido vapuleada en la última encuesta del Centro de Estudios Sociológicos, colocándola como el tercer problema de la Comunidad autónoma. Cuando los ciudadanos comienzan a ser conscientes de los efectos negativos del bipartidismo en nuestra región y ya colocan claramente a PSOE-IU y a PP como frentes de escasa fiabilidad para continuar depositando en ellos su confianza, hemos de plantearnos con responsabilidad histórica la necesidad de reconfigurar la vida política en las instituciones públicas de Andalucía. UPYD ha irrumpido en el escenario político andaluz y nacional, básicamente con dos ideas fundamentales de las que dependen el resto: la necesidad de regenerar la vida política española y devolver a los ciudadanos el compromiso para poder hacerlo. La ilusión que despierta la alternativa es evidente. UPYD será la única fuerza política que romperá el maleficio de cerrojo a la entrada de partidos políticos nuevos en el parlamento andaluz desde las primeras elecciones a la cámara. Desde hace 30 años contamos con un gobierno socialista, que a hecho y deshecho lo que le ha dado la gana en la región, ahora contando con el apoyo necesario de Izquierda Unida que asume así su papel de soporte, y de una derecha anquilosada en el pasado, que no levanta cabeza por sus posicionamientos errados al colocarse en la trinchera del nada vale. UPYD se presenta como la alternativa necesaria con otra forma de entender la política y con la intención de que la ciudadanía andaluza recupere su esperanza en que las cosas pueden y deben cambiar. El problema no es ya cuándo seremos los andaluces, con nuestro voto, capaces de reconducir la situación política de España y de Andalucía, sino con qué porcentaje de voto se va a producir la ruptura del bipartidismo actual. Cada vez son más las personas que manifiestan abiertamente su apoyo a UPYD para acabar con esta situación que sólo trae descrédito de nuestra inteligencia colectiva. Los ciudadanos sabemos perfectamente que somos los responsables últimos de la situación creada y que con nuestro voto será posible que cambie el actual estado de rechazo a lo político. Por eso, tanto en el PP como en el PSOE-IU se están poniendo nerviosos al sentirse amenazados en su hegemonía institucional. Acabar con las mayorías absolutas significará devolverle a los parlamentos su original función: parlamentar, es decir, hablar, negociar, debatir, acordar, y no una mera presencia de diputados que levantan la mano mecánicamente para apoyar las propuestas de su partido. Acabar con las mayorías absolutas y romper el bipartidismo va suponer el fin de toda una serie de privilegios y prebendas que los actuales bloques se han atribuido a sí mismos. Por eso, en lugar de caer en el pozo de la desilusión, que es lo que pretenden ambos frentes potenciando así la abstención de los votantes, lo que realmente cobra fuerza es el voto masivo por la alternativa real para lograr un tripartidismo que ponga en jaque a las formas vetustas de hacer política. Ya era hora de que esto pudiera cambiar.

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