Hemos asistido, y lo que nos queda, al espectáculo más bochornoso que podríamos esperar del fin del zapaterismo. PP y PSOE han escenificado en el congreso la verdadera cara de su perfil como partidos, dispuestos a continuar repartiéndose el poder en España pase lo que pase y pese a quien pese. El Parlamento condenado al rodillo del bipartidismo, alejándose cada vez más de los ciudadanos y tomando decisiones absurdas que no nos conducen a ningún lado.
La aprobación, a velocidad de Fórmula I, de la reforma constitucional para fijar la estabilidad presupuestaria y del déficit, no será aplicada hasta 2020, y hemos tenido que aguantar la puesta en escena de la pretendida unidad nacional de Rajoy y Rubalcaba, de PP y PSOE. Hemos desaprovechado la oportunidad del siglo para incorporar las verdaderas reformas que precisa nuestra Constitución, con la pantomima de que fijando el control del déficit en la carta magna ya se ha solucionado el problema, cuando para llegar a la estabilidad lo que hay que tomar son medidas concretas.
Algunas de ellas son las siguientes:
n - Tenemos que disminuir nuestra estructura político administrativa del Estado. No podemos contar con 8.871 ayuntamientos, todos ellos deficitarios, la mitad de los cuales no cuentan ni siquiera con 5.000 habitantes. Hay que adelgazar las estructuras municipales.
n - Las Diputaciones Provinciales deben desaparecer, pues todas sus funciones y tareas pueden ser asumidas sin ningún tipo de problema (de hecho ahora se superponen en demasiadas ocasiones) por las comunidades autónomas y por los propios ayuntamientos. Así eliminamos la estructura provincial.
n - Hemos de fijar los techos competenciales en las comunidades autónomas, así como sus techos presupuestarios, recuperando para el gobierno central algunas de las competencias como Salud, Educación, Justicia, que ameritan de un tratamiento único tanto a nivel legislativo como ejecutivo. Así adelgazamos y colocamos tope a las estructuras autonómicas.
n - Hay que mejorar y perfeccionar, consiguiendo mayor eficacia y eficiencia, la gestión de todo lo público, eliminando el sinfín de cargos de confianza, de libre designación, que estrangulan los gastos de las administraciones y dotar a las mismas de elementos de control para evaluar sus objetivos. Dicha mejora en la gestión de lo público ayudaría a reducir nuestro gasto.
n - Terminar con los privilegios, prebendas, prerrogativas, regalías y concesiones de todos los cargos públicos, desde los diputados hasta los concejales. Los instrumentos mínimos para desarrollar eficazmente su trabajo y punto. Ahorraríamos una buena cantidad.
El 20 N contaremos con la posibilidad de cambiar esto, de apoyar alternativas reales y no alternancias caducas. De nosotros depende que esto siga así.