Eso que dice el tango de que “veinte años no es nada”, es muy relativo. Hace veinte años y de un día para otro, nos vimos sorprendidos de que hubiera caído el otrora inexpugnable bloque soviético. Un tipo subido en un tanque arengando al personal, fue la imagen del derrumbamiento del socialismo, tipo que llegaría a ser presidente de Rusia meses más tarde.
Los que habíamos mamado que el mundo se dividía en dos bloques antagónicos y que todo giraba alrededor de ellos, tuvimos que recomponer de nuevo la geoestrategia y la interpretación política de la realidad mundial. Demasiado fácil nos había resultado en relaciones internacionales colocar cada hecho, acción u omisión, enmarcándolos en las políticas de uno de los dos bloques. Ahora todo se complicaba y necesitábamos un nuevo marco de análisis.
Estados Unidos intentó, desde el minuto uno, copar todo el espacio e implantar la hegemonía mundial. Pero las cosas habían cambiado tanto en el mundo que pronto tuvieron que replantear su propia estrategia. Muchas propuestas de integraciones regionales y subregionales estaban en marcha por todo el mundo y esas nuevas agrupaciones frenarían las antiguas concepciones de bloque unipolar que pesan aún en lo más rancio del republicanismo americano.
La existencia de los bloques socialista y capitalista había servido para mantener una cierta compensación en la balanza de las extralimitaciones y nos permitía, de una forma más o menos tranquila, gozar de cierta estabilidad. Nos tocó reconsiderar todos los conceptos de multilateralidad deprisa y corriendo, como intentado evitar la hegemonía norteamericana. El resultado no ha sido demasiado exitoso, pues el multilateralismo no ha cuajado con la precisión que tenía dibujada y no ha colmado las expectativas que habíamos puesto en este nuevo escenario.
Los que sí han aprovechado esta especie de paréntesis por el control mundial han sido los mercados y las instituciones financieras. Durante estos veinte años han campado a sus anchas, más o menos apoyados por algunos gobiernos de turno de manera irresponsable, estableciendo sus propios mecanismos de control social, económico y político. Hoy vivimos prácticamente embargados a lo que dicten los mercados, desde los que tenemos una hipoteca hasta los gobiernos endeudados hasta las cejas.
Nadie puede interpretar del análisis que estuviera añorando la larga etapa de los bloques, aunque fuera más fácil para nuestra tarea de la conceptualización de la política internacional. Lo que sí he echado de menos ha sido la capacidad de los gobiernos y de los partidos políticos para saber interpretar la nueva realidad y adelantarse, con el suficiente nivel de previsibilidad, a los cambios que se avecinaban.
Hoy mandan el petróleo, el oro, la banca y las entidades financieras, los acuerdos comerciales y las deudas externas. Marcan las políticas a realizar y nuestras vidas, las intervenciones armadas y los objetivos en defensa, las relaciones bilaterales y las multilaterales. Habrá que intentar cambiar esto.
No hay comentarios:
Publicar un comentario