Entramos en una etapa electoral que se promete repleta de promesas, artes malabares, arremetidas personales, campañas mediáticas, puestas en escena y decenas de titulares. Contaremos en la misma con una serie de expertos que nos inundarán hasta el hartazgo de soluciones mil para hacer nuestra vida más feliz. Se abre la veda de la caza del voto y en la montería todo vale.
De las acepciones que tiene el término “estafar” me quedo con la que indica que estafar es defraudar, no llegar a dar lo que se espera de algo o de alguien. Y en este campo de lo político contamos con un buen número de estafadores. Nos estafan cuando realizan propuestas que luego no cumplen, a veces realizando políticas absolutamente antagónicas a las indicadas en sus programas electorales. Nos estafan, cuando habiendo gobernado y continuando aún en el gobierno, nos dicen lo que harán si ganan las elecciones en los próximos cuatro años, pero que no han hecho en 8 ni lo harán en los meses que aún le quedan por gobernar.
Nos tangan cuando se dirigen a nosotros como lo fundamental en el proceso democrático y luego se olvidan de nosotros en los próximos cuatro años. Quieren hacernos ver que están preparados para ponerse al frente de este país escuálido, cuando lo único que les interesa en agrandar su poder sin realizar ninguna alternativa de cambio real ni de modificación seria de lo que realmente se necesita. Este hábito de estafar al personal es lo que está dando al traste con la credibilidad de la llamada clase política, consiguiendo un alejamiento de millones de españoles de su participación en las urnas.
Por suerte, la ciudadanía española es cada vez más responsable y asume que está en sus manos (y en su cabeza) proceder a cambiar esto. Cuando a uno lo estafan una vez, vale. Pero cuando la estafa se convierte en una norma, adornada por la corrupción y la ineficacia, entonces tenemos que reaccionar para impedir que semejantes truhanes sigan dirigiendo los designios de nuestro país.
Así que ojito con la puja permanente en que se convertirá la campaña en un “a ver quién da más”, porque ese discurso forma parte de la propia estafa. Si volvemos a dejarnos llevar por la ilusión óptica de los mercachifles que les encanta cantinflear para ver a cuánta gente estafan con su discurso, nos convertiremos en cómplices de su propio juego.
Estos birladores de la democracia que han asentado un control absoluto sobre el poder institucional consolidando el bipartidismo para anular la posible alternativa, están llamados a desaparecer. Y la única forma de acelerar tal proceso es no votando sus candidaturas, o dicho de otra forma, cambiando de opciones para hacerles ver que ya no nos van a estafar nunca más.
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