Todo el proceso de Globalización vivido desde finales de los 90 ha originado una interrelación mayor entre las aplicaciones de las relaciones internacionales. Ha disminuido sobremanera la importancia de las relaciones bilaterales cobrando mayor importancia las multilaterales. En el caso de Europa, donde la UE ha iniciado todo el proceso de política exterior unificada, nombramiento de Embajadores Representantes de la UE, Acuerdos Especiales bilaterales y regionales; el peso de la política de cada uno de los estados ha venido siendo mucho menor en el panorama internacional.
No obstante lo anterior, que sin duda es una tendencia y un cambio de paradigma para entender y enfocar las relaciones internacionales, España no puede desatender y relajar su propia política exterior en base a dos criterios fundamentales. En primer lugar, nuestra historia, explicitada en las relaciones con América Latina y ex colonias africanas y asiáticas, así como con los países vecinos. En segundo lugar, la potenciación de las relaciones comerciales para favorecer la exportación de productos propios dándole valor agregado a la calidad de nuestras mercancías.
Con cierto dolor hemos podido constatar la desatención de la política exterior española en los dos grandes campos señalados en los últimos quince años. Si bien nuestra presencia en organismos internacionales está cobrando cierta notoriedad, sobre todo a raíz de nuestra participación en la ilegal guerra de Irak y en misiones internacionales bajo el paraguas de Naciones Unidas o de la OTAN (Líbano, Afganistán, Índico, Haití, Libia, etc.), no es menos cierto que hemos abandonado a su mínima expresión nuestra relación bilateral y regional con las distintas áreas en las que nuestra presencia histórica, cultural, económica y social debería seguir siendo prioritaria.
El proceso iniciado en la Unión Europea de Política Exterior y de Seguridad Común (PESC) avanza a su ritmo y es el referente para el futuro inmediato, pero no por ello debemos aparcar nuestra política exterior situándola bajo mínimos sino, antes al contrario, potenciarla y extenderla, no siendo ello incompatible con el caminar común europeo. España necesita más que nunca del refuerzo de sus relaciones propias internacionales y comerciales, sin olvidar las culturales y de cooperación, y no por ello ir en contra la PESC, sobre la premisa de que una mayor y más consolidada presencia de nuestro país en el exterior apoyará una ampliación más rápida y más completa de la propia PESC.
Se han relajado nuestros gobernantes bajo el paraguas de lo supra nacional, lo que considero el principal error de nuestra política exterior y que traerá consecuencias en el corto y medio plazo de carácter irrecuperable. Un amplio desarrollo de nuestras relaciones sólo viene a sumar en el marco europeo y no a dividir. Ese error de concepción será el que nos sitúe en un plano marginal en el futuro inmediato de la política europea y en el panorama internacional en general.
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