A juzgar por el enorme interés
que se están tomando los partidos convencionales en marcar territorio, parece
que se está tambaleando el mercadeo de ocupar cargos públicos en las
instituciones como costumbre instalada en nuestra democracia representativa. Los de la “carrera política”, que
ingresaban de jóvenes y se jubilaban en esto, después de haber pasado por
innumerables cargos y responsabilidades públicas y, muchos, por más de un
partido político, le están viendo las orejas al lobo de que se les acaba el
chollo.
La instalación en el chiringuito
está siendo cuestionada por la inmensa mayoría de la ciudadanía. No sólo por el
reflejo de las tendencias en los votantes sino, además, por el alto índice de
desencanto y desafección que se ve reflejado en la abstención creciente. Esta
nunca les ha preocupado a los partidos de nuestro sistema democrático, pues al
final lo que contaban eran los resultados obtenidos en porcentaje de votos y el
reparto de puestos, pero es alarmante y bochornosa en una sociedad que se
entienda como moderna y comprometida con lo público.
Son síntomas evidentes de que
algo se está moviendo y que socialmente está cambiando. Las preocupaciones
fundamentales de la población valorarán las propuestas que incidan en el
mantenimiento de un sistema público y de calidad en educación, sanidad,
vivienda, servicios sociales e igualdad de la mujer en todos los ámbitos. Se
castigará la falta de transparencia, la corrupción, la mala gestión, pero
también la chulería, altanería y prepotencia de líderes y candidatos.
La ciudadanía española manifiesta
hartazgo del sistema, que puede traducirse en la necesidad de reformar la
Constitución en busca de un estado avanzado, del Siglo XXI, modificando la
actual estructura territorial e institucional, caminando hacia un Estado
Federal, Solidario y Laico. Cambiar la Ley electoral injusta para conseguir una
democracia mucho más real y participativa.
Se valorarán las propuestas que
sepan abordar el empleo como un derecho ciudadano, aplicando políticas serias
que reestructuren nuestros sectores y posibiliten empleo de calidad, basadas en
la potenciación del I+D+I y en la reindustrialización competitiva, apoyando a
Pymes y autónomos en su desempeño.
Colocar en primer lugar a las
personas, conlleva invertir los órdenes actuales (primero el partido, después
los ciudadanos), trabajar por la colectividad, abordar la necesidad de cambios
sin descanso y dejar de esconderse tras los coches oficiales, los escaños y las
reuniones de partido, para salir y estar en la calle, con las antenas puestas y
abiertas permanentemente. Los partidos en sí han dejado de interesar, interesan
las propuestas y la resolución de problemas que tiene la población.
En este cambio de percepción de
lo político, que a primera vista parece un cambio de paradigma, los ciudadanos
hemos de tomar conciencia de nuestra responsabilidad en su aplicación práctica.
Hemos de estudiar muy bien las propuestas que realizan los partidos, su nivel
de credibilidad y su compromiso real con lo público. Ya no queremos
representantes sino servidores del bien común.
3 comentarios:
Ojalá se trate de una segunda transición y que los protagonistas vigilen (vigilemos) las desviaciones del modelo de inicio actual. ¡Que difícil es llevar la teoría a la vida real!. Muy acertado tu comentario Paco. Enhorabuena.
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