viernes, 10 de diciembre de 2010

ABSTENCIÓN

Finalizado el puente de la Inmaculada Constitución, donde por primera vez en nuestra democracia se instauró el Estado de Alarma, la vida vuelve a su rutina a excepción de la inmersión casi total en los asuntos navideños, que lejos de ser tan importante como los asuntos de estado sin embargo implican a la inmensa mayoría de los ciudadanos. Los partidos políticos alistan sus últimos retoques electorales para las municipales antes de comerse el turrón, para entrar con fuerza en campaña total a principios de año. Muchos serán los que le pidan a los reyes magos un puesto de concejal en algún ayuntamiento y muy pocos los que lo conseguirán. Y aunque a ellos les parezca muy interesante y cuestiones de vida o muerte política, lo cierto es que el personal está en otra cosa. O en varias cosas. Por un lado, preocupados por la crisis económica, pero sobre todo política, que vivimos en España. Esto se traduce en una contracción del gasto de la canasta básica, de la que sólo se hará un alto para las fiestas del pavo, y en un desprecio absoluto a todo lo que signifique “clase política”. Lo de desprecio es público y manifiesto, no sólo porque así lo indican las encuestas del CIS donde sigue apareciendo como el tercer gran problema de nuestro país, sino por una especie de terapia colectiva donde el miedo a decir lo que se piensa ha desaparecido y la gente no se deja engañar o engatusar tan fácilmente por los discursos y presencia de la elite política. Es peligroso escuchar discurso como el de que “todos son iguales”, pero la verdad es que muy poco se ha hecho para ganarse la simpatía y empatía de los ciudadanos, mostrando unos políticos de tercera división para la dirección de nuestras instituciones democráticas y la gestión de las políticas públicas. Lo que ocurre es que esta visión del tema sólo beneficia a los partidos de siempre y voy a explicar por qué. La mayoría de los ciudadanos que aparecen desencantados de lo político, critican, pero se van a la abstención haciendo manifiesto su hartazgo del juego electoralista y partidista, manifestando así su posicionamiento. Mientras tanto, los partidos mayoritarios se frotan las manos porque a ellos lo que realmente les interesa es el porcentaje obtenido de votos, no los votos, sabiendo que aunque aumente la abstención sus porcentajes serán grandes y no tendrán rivales entre otros partidos políticos porque el personal se abstiene. Como no creen realmente en el concepto de participación ciudadana en la elección de los representantes políticos y se circunscriben a no perder sus privilegios, les importa poco que aumente la abstención, más bien les interesa porque significa que no tienen adversario en otros partidos nuevos. Este es el error que tenemos que evitar a toda costa en los próximos comicios, hay que analizar las opciones políticas que se presentan y optar por cambios en la dirección de nuestro voto. Sólo así iremos poniendo en su sitio a los políticos que no nos gustan.

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