viernes, 4 de marzo de 2011

LO QUE LA VERDAD ESCONDE.

Sin duda al inicio de nuestro último periodo democrático los distintos partidos políticos que se pusieron al frente de la nueva era, tuvieron en sus inicios una voluntad de férrea organización política como instrumento para el cambio necesario que se avecinaba en el país. A todos los partidos de la transición debemos los españoles la concreción de hacer posible el paso a la representación política en el nuevo sistema democrático. Como ocurre en la mayoría de las organizaciones, los partidos políticos en España fueron pasando de una concepción de ser instrumento a convertirse en un fin en sí mismo. Nos dimos cuenta de que la estrategia de la Ley Electoral, aprobada entonces, que pretendía terminar con un sinfín de siglas que concurrían a las elecciones, tenía el objetivo de potenciar el bipartidismo que lamentablemente se ha consolidado como única vía democrática. Los partidos mayoritarios, han ido colocando en la administración pública (de cualquier ámbito territorial) a tal cantidad de personas, que hoy día supone para ellos un grave problema el perder o ganar unas elecciones, principalmente por lo que significa recolocar a tanta gente que vive de la política. Al mismo tiempo, la confusión de que la institución o administración gobernada es el partido o viceversa, ha ido dando paso a una desmotivación ciudadana cansada de que los partidos se arroguen la representatividad dada por los electores para hacer lo que realmente les da la gana, saltándose sus propios programas electorales y volviendo a acordarse del votante seis meses antes de las elecciones. Esta degeneración del sistema democrático de partidos, partidocracia, tiene que terminar si queremos que nuestra democracia avance y consiga mayores niveles de libertad y compromiso ciudadano. Es urgente la reforma de la Ley Electoral, así como el cambio de las reglas de juego y garantizar que el voto de cualquier ciudadano vale lo mismo independientemente del territorio donde habite. Los propios partidos asumen que su principal función es gobernar, en lugar de ser instrumento para el cambio para gestionar lo que es de todos y resolver los problemas que la comunidad tiene, con el nivel de previsibilidad necesario para evitar la improvisación. Cansar a los ciudadanos no ha sido difícil, incluso es considerado beneficioso para ellos, porque al final lo que cuenta son los porcentajes obtenidos olvidándose del dato de la abstención. Tanto PP como PSOE juegan en esta misma dinámica de alternancia importándole muy poco el resto, lo realmente prioritario para ellos es gobernar, lo que vayan a hacer o dejen de hacer es absolutamente secundario. Por eso debemos participar y apoyar alternativas reales para que la democracia y lo político recuperen su misión de servicio a la ciudadanía y no se conviertan las administraciones en chiringuitos de los partidos mayoritarios que continuarán desvirtuando nuestro proceso democrático.

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