martes, 23 de marzo de 2010
ELECCIONES EN LA OEA
El 24 de marzo se celebra la Asamblea General Extraordinaria de la Organización de Estados Americanos (OEA) en su sede central de Washington, D.C. En la misma, se procederá a la elección de los cargos de secretario general y secretario general adjunto, para un periodo de cinco años. Hasta el momento los únicos candidatos presentados son los actuales responsables que optan a la reelección, el chileno José Miguel Insulza, a la secretaría general y el surinamés Albert Ramdin, a la secretaría general adjunta.
Estados Unidos ha definido su apoyo en el último momento a la reelección y de los treinta y cinco países miembros, al menos dieciocho han manifestado su voto a favor. Con lo cual no se esperan muchas sorpresas en esta Asamblea General Extraordinaria, salvo la definición de los objetivos de la propia OEA para el periodo 2010-2014.
Después de la celebración de la Cumbre de Río, en México, que agrupó a todos los países americanos a excepción de Canadá y EE.UU, y donde se definió la necesidad de crear un mecanismo propio de integración regional en lo político y en lo económico contando con el apoyo de todos los países participantes, la OEA corre el peligro de ir quedando vacía de contenido y objetivos y pasar a un segundo plano de importancia. Si a ello le añadimos el avance que UNASUR viene realizando en la consolidación de sus estructuras políticas, de defensa, monetarias, etc., lo cierto es que lo único que distingue a la OEA es que en la misma se encuentran los vecinos del norte, pero los que realmente consolidan los avances de integración y control político en el área son las instituciones de los países latinoamericanos y caribeños.
La OEA nació en 1948 y después de más de sesenta años se muestra como una organización demasiado burocrática, lenta e ineficaz en la resolución de los fines que tiene encomendados. Principalmente la estabilidad democrática en la zona, que no ha sabido prevenir ni resolver convenientemente como el caso de Honduras y sus misiones de observadores prácticamente son simbólicas y de poca trascendencia política.
Por ello, no sería de extrañar que en un futuro no muy lejano, el protagonismo que adquieran los países de la Cumbre de Río y el desarrollo de la propuesta de UNASUR, puedan obligar a la OEA a cumplir nuevos roles si quiere sobrevivir como organización. Mientras tanto, la reelección de los actuales mandatarios parece garantizada y pocos cambios se vislumbran en su interior.
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