sábado, 27 de marzo de 2010

PEDERASTAS

Demasiados casos están saliendo a la luz pública sobre sacerdotes pederastas en los últimos meses, lo que nos lleva a pensar que son muchos más los que no saldrán nunca a la luz y que la envergadura del problema dentro de la iglesia puede calificarse como grave. Si en un principio parecía que el asunto se concentraba en algunos miembros de la iglesia en Irlanda, después se destaparon decenas de casos más en Holanda, Alemania, Canadá, Estados Unidos, Chile, Brasil, España, etc. Tendremos que recordar, una vez más, que la pederastia y la pornografía infantil son delitos, que están contemplados en los códigos penales de los países citados y que de lo que se trata es de delincuentes, es decir, de personas que cometen un delito. Da igual y es irrelevante, que el delincuente sea sacerdote, bombero o profesor de yoga. De eso el código penal no entiende, sólo cataloga algunos agravantes a contemplar en el caso de que valiéndose de un nivel superior que le de cierto poder sobre las víctimas aproveche tal situación para cometer el delito. La iglesia ha mirado constantemente para otro lado. Ante las innumerables denuncias de casos sobre los sacerdotes incluso se han atrevido a indicar que la pederastia no es nada comparado con el aborto, como queriendo justificar una conducta que está penada por la ley con otra que en muchas legislaciones no lo está. No han querido distinguir en su interior la diferencia entre pecado y delito. Así el caso de uno de los sacerdotes al que no castigaron porque era muy mayor y estaba enfermo. Es decir, podrían llegar a considerar que estas personas están cometiendo alguna categoría de pecado, aplicando en muchos casos como correctivo el cambio de parroquia a ver si al hombre se le pasaba la manía. Pero nunca llegaron a considerarlo delito y, por lo mismo, no denunciaron el caso ante las autoridades competentes, con lo cual de forma inmediata se estaban convirtiéndose en encubridores y cómplices del delincuente. Estos episodios tristes de nuestra era deben servirnos para reflexionar sobre la premisa universal de la justicia, de que todos somos iguales ante la Ley. Y que la Iglesia quiera o no echarlos de su nómina o pretenda recolocarlos enviándolos a misiones extranjeras para que expíen sus culpas, es un problema exclusivamente de la Iglesia. Pero a la Justicia le toca actuar de oficio y le toca hacerlo con la misma contundencia con que actúa ante cualquier delincuente. Y si a la hora de cometer un delito de esta calaña, con menores que han sufrido vejaciones que mejor ni relato, la iglesia ha sido cómplice por encubrimiento, como tal habrá que encauzar a los responsables de tal conducta ilegal. Si todos somos iguales ante la Ley en estos casos también hay que demostrarlo.

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