miércoles, 17 de noviembre de 2010

LA ENVIDIA.

De los pecados capitales parece que la “envidia” tiene uno de los mayores pesos en nuestra sociedad. Se entiende por envidia, según el diccionario la lengua española “la tristeza o pesar del bien ajeno y la emulación, deseo de algo que no se posee”. Tener pesar por el bien ajeno no se ciñe exclusivamente a lo que el otro tiene o posee, sino que abarca en sí mismo el deseo de tener su felicidad, sea la proporcionada por un bien o por su propia forma de ser y enfrentar la vida. De ahí que hoy haya querido dedicarle unos minutos a reflexionar sobre este mal que tan de moda está, bien entre las personas que forman de algún grupo concreto o bien de las mismas individualmente consideradas en relación a otros que conozcan personalmente o que ni siquiera conozcan directamente, por ejemplo a través de la televisión. La generación de un resentimiento hacia el otro (hacia el envidiado) es el fruto de la envidia y ese resentimiento no se apaga en desear por el envidioso ser como el envidiado, sino que le basta con que el envidiado no sea feliz. Se trata de la perversión escondida en lo más recóndito del ser humano y que aflora cuando menos te lo esperas, dándose en muchas ocasiones el caso de que la persona envidiada sucumba por las distintas acciones del envidioso dirigidas contra él, especialmente utilizando la mentira como arma de destrucción masiva. Decía Carlos Cano que él se consideraba feliz y rico, feliz porque cada mañana se levantaba con un espíritu nuevo como expectante de ver qué le deparaba el día sabiendo que no envidiaba nada ni a nadie. Y rico desde el momento en que pudo dejar de mirar su cartilla de ahorros a fin de mes para saber si había o no dinero para pagar la luz y la comunidad. Así pues, la envidia puede tener diversos niveles apareciendo como el más terrible e indeseable aquel que la sitúa como enfrentamiento a otra persona por algún motivo concreto, como que sepa hablar en público mejor, expresar bien sus ideas, ser reconocido y conocido por los receptores, valorado; o por aspectos físicos como el ser más guapo, más alto, mejor dotado, o cualquier cosa que ustedes puedan imaginarse. El envidioso hará todo lo posible, en este caso citado, por desprestigiar a la persona envidiada, lanzando calumnias sobre él, haciendo dudar sobre las intenciones profundas que maneja, apoyándose para ello en una pequeña corte de simples acólitos que asentirán a cualquiera de las estrategias utilizadas por el envidioso para anular al envidiado. Este tipo de actitudes, obviamente patógenas, sirven de caldo de cultivo para que los grupos humanos vivan situaciones de desesperación y crisis, y las personas concretas asediadas por el envidioso pierdan los papeles en determinadas ocasiones dando así más argumentos al enfermo que reafirma su campaña denostada por que el envidiado sea obviado o anulado. Pues nada, ya le he dedicado unos minutos y como personalmente no envidio a ninguna persona espero que aquellos que puedan sentir envidia hacia alguien se miren al espejo y descubran la necesidad de acudir urgentemente al psicoanálisis.

5 comentarios:

Raquel Valmaseda dijo...

Querido Paco, esta reflexion tuya...ha sido con diferencia la mejor reflexion sobre la envidia que he leido nunca.

Anónimo dijo...

Estoy de acuerdo con Raquel, y tengo una pregunta, ¿por qué sabes tanto de la envidia?

FRANCISCO PINEDA ZAMORANO dijo...

amigo anónimo, conozco a demasiados envidiosos.

Sonia dijo...

¿y te encuentras entre esas personas envidiosas?

FRANCISCO PINEDA ZAMORANO dijo...

Sonia , se ve que no has leído la última frase del artículo.