viernes, 4 de febrero de 2011

EL TERCER ESPACIO

Nuestra democracia ha ido decantándose, a lo largo de los 32 años de su existencia, a un modelo bipartidista que se traduce en una acumulación del poder de los dos grandes partidos en la inmensa mayoría de las instituciones del país, planteando la alternancia como única opción de cambio. Esta alternancia alberga en sí misma el mayor déficit de alternativas reales cercenando la capacidad de la población para modificar e introducir elementos novedosos en nuestro proceso. Cuando los dos partidos caen en sus propias contradicciones de acceso al poder y por los malos resultados obtenidos en la aplicación de sus políticas públicas, la población comienza a colocarse en el bando de la abstención de una forma llamativa provocando una disminución importante en la participación política y electoral. Esto, que parecería una llamada de atención al planteamiento del PP y del PSOE, para ellos es lo de menos, centrándose en computar los porcentajes de votos obtenidos, traducirlo a los escaños o concejales correspondientes y poner en valor de nuevo el grado de representatividad obtenido. Todo ello favorecido por una Ley Electoral hecha a medida para impedir la aparición de terceros partidos en la liza. Posteriormente a ello, uno u otro, iniciarán una carrera política para desprestigiar al otro, intentar anularlo y plantearse como objetivo que los resultados cambien en las próximas elecciones. Unido a ello, se crean una serie de intereses al interior de los partidos que pasan, entre otras cosas, por contar con una plantilla de afiliados o militantes a los que hay que “colocar” dentro de las instituciones que gobiernen para lo cual necesitan ganar elecciones. El poder se convierte en un fin en sí mismo y comienza a acarrear la degeneración de la democracia que no sólo implica el poder del pueblo para votar libremente sino, además, la fortaleza de alternativas serias para generar los procesos de cambio necesarios en los estamentos públicos. En el caso de España, esta especio de poder hegemónico de los grandes partidos, se ha centrado en un discurso vetusto sobre las izquierdas y las derechas, que ni beneficia al país ni ayuda en nada a inventar, canalizar y proponer políticas públicas serias y de envergadura. Nos han faltado entre sus filas grandes estadistas que piensen en el país en su conjunto y con los niveles de previsibilidad propios de los políticos con gran amplitud de miras, para contar con profesionales de la política que viven pegados a la estadística electoral y al marketing, alejándose cada vez más de la realidad y asumiendo un clientelismo interno que pagamos los ciudadanos. España necesita de un tercer espacio político, una propuesta capaz de terminar de una vez con esta dualidad caduca que está llevando a nuestra democracia al absurdo. Una opción política que se ponga al servicio de los ciudadanos y no de los intereses de unas determinadas siglas. Un partido que genere esperanza en que esto de la política es cosa seria y de todos los ciudadanos y que regenere la confianza en lo institucional y en lo público.
Esa opción se llama UPYD, Unión, Progreso y Democracia, el partido de Rosa Diez y de miles de ciudadanos que hemos dado un paso al frente para generar este necesario Tercer Espacio.

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