jueves, 17 de febrero de 2011

LA ERA DIGITAL

Por daños en la pantalla de mi ordenador portátil he tenido que pasar 60 horas sin tener delante de mí el instrumento que vengo manejando de forma ininterrumpida desde 1992. Ese año llegó internet a mi vida y el PC (personal computer) sin que me haya despegado de él ni un solo día. Tengo que confesarles que he sufrido por el cambio obligatorio del hábito de conectar a penas levantado y de estar dos días y medio sin opción de comunicarme, de leer prensas, de enviar o recibir correos, sin saber qué me tocaba en la agenda, ni nada de nada. Sin embargo, me ha servido para reflexionar un par de cuestiones que quiero trasladarles en esta nota. Inevitablemente me ha venido a la memoria el periodo anterior a la era digital, cuando utilizaba la máquina de escribir para redactar mis artículos, los metía en un sobre y los enviaba al periódico de mi localidad por correo postal. Si el tema era de urgencia, lo acercaba físicamente y lo entregaba en la recepción de las oficinas del medio. Hoy día, al escribir el artículo, lo inserto como archivo en un mail que envío en un minuto a más de 200 medios escritos de América Latina y España. Solía comprar, en la anterior era, dos periódicos diarios (siempre nacionales) y procuraba leer el de ámbito local cuando iba a tomar el café al bar (entonces se podía fumar). Hoy día me conecto bien temprano y le doy un repaso a unos 20 periódicos del mundo (sobre todo de América Latina y África) y luego reviso en internet los de tirada nacional, los de tirada Andaluza y los de mi provincia. Suelo escribir mi nota diaria y enviarla a mis contactos, colgarla en mi blog y meterla en los grupos de faceboock a los que pertenezco. Antes si salía en el periódico te lo comentaba algún amigo, ahora en segundos cuentan con un determinado pensamiento, análisis u opinión, miles de personas y además permanece en la red revisándose cuando se quiera. No les voy a descubrir a ustedes lo importante de la era digital en nuestro avance globalizador de la comunicación y de las información, pues ya saben que todo está en la red, basta un simple google para tener datos de todo lo que se quiera, enciclopedias completas, libros, música, películas, insisto, todo o casi todo lo que se necesite. Incluso las redes sociales han suplantado casi la necesidad de vernos con los amigos o de hablar por teléfono, pues tranquilamente hablamos chateando o incluso viéndonos con la web cam en tiempo real aunque estemos a miles de kilómetros de distancia. Pero estas 60 horas de apagón digital obligatorio me han enseñado que tantos hábitos que hemos perdido y que antes teníamos como normas, aportaban bastante a nuestras vidas, nos hacían más sociales, más comunicativos en el contacto directo con las personas, permitían que hablásemos más en la familia, encontrarnos con amigos, quedar, más tiempo para leer buenos libros, utilizábamos más el bolígrafo que las teclas, para escribir cartas personales a nuestros amigos o familiares lejanos. En fin, que me he planteado, como una opción exclusivamente personal, que este apagón que he sufrido de forma involuntaria se convierta en algo obligatorio, de tal forma que un día a la semana, en mi caso los domingos, no encenderé el ordenador para nada, intentando recuperar algunos de los hábitos de antaño que creo merecen mucho la pena.

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