sábado, 1 de enero de 2011

ALLÁ ELLOS.

Zapatero nos ha dejado un mensaje claro en fin de año y es que está dispuesto a agotar la legislatura cueste lo que cueste y le cueste lo que le cueste. Todos sabemos que le va a costar el gobierno de la nación y las consecuencias territoriales provocadas por la debacle que sufrirá el partido socialista en las próximas elecciones de mayo. Las voces permanentes, y en aumento, solicitando la renuncia del presidente y la convocatoria de elecciones anticipadas son cada vez mayores, y tienen en su conjunto un clarísimo mensaje que parece que desde las filas socialistas no se quiere escuchar: “Estamos tocando fondo, nuestro país se encuentra al borde del abismo, son muchas las reformas necesarias para enderezar el rumbo de la economía, la desilusión está calando en la ciudadanía y es el momento dar paso a nuevas propuestas políticas dejando a los electores que decidan en esta nueva etapa quien gobernará el país”. No es problema de inquina hacia Zapatero, que desde luego hace lo posible por ganársela, sino de objetividad necesaria para un país que despierta cada día sin saber que ocurrirá en este camino gris de la desesperación. Casi cinco millones de parados, una deuda demasiado grande para parchearla con pequeños ajustes, la disminución creciente del gasto y del ahorro familiar, la inseguridad en las pensiones y en la jubilación, un nivel de improvisación galopante y una tremenda desazón porque esto tengamos que aguantarlo un año entero. Una valoración a la baja de la utilidad de la administración descentralizada autonómica, que en tiempos de bonanza no ha sabido planificar estratégicamente y ha gastado mucho y mal, y en tiempos de crisis no tiene ni idea de por dónde continuar. Unos ayuntamientos tremendamente deficitarios que relegan su actuar a la mera prestación de servicios básicos, recortando la calidad de los mismos y endeudados hasta las cejas. Por eso creo que sería necesario un adelanto electoral, manifestando así un verdadero sentido patrio y reconociendo los errores cometidos. Sería fácil: “señores nos hemos equivocado, pensábamos que esta crisis no nos iba a afectar como país, no supimos detectarlo a tiempo, no hemos tenido la capacidad de previsibilidad necesaria en la gestión de lo público y desde nuestra alta concepción del desarrollo democrático y de lo político, pongo a disposición de la ciudadanía la responsabilidad de elegir a sus representantes para una nueva etapa que consiga establecer nuevos objetivos y nuevas formas de hacer política”. ¿Fácil no? Quedaría como un gesto serio de responsabilidad, pero en lugar de aquello han decidido enrocarse, dejando la decisión para después de los resultados que se den en las elecciones autonómicas y municipales del próximo mayo. Agotar todo lo que se pueda la legislatura para darse tiempo en recolocar a las huestes de cargos públicos, asesores y pesebristas, a los que tienen que buscarle espacio. Saben que tendrán una travesía del desierto larga y penosa en los próximos años y no quieren desaprovechar este último año que les queda para reubicarse. Allá ellos con su planteamiento, pero los ciudadanos no les vamos a perdonar su atrevimiento.

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