domingo, 30 de enero de 2011

¿CAMBIOS EN EL MUNDO ÁRABE?

Las movilizaciones iniciadas en Túnez a principios de año, casi con toda seguridad movidas por la protesta sincera de decenas de miles de tunecinos cansados de su situación política y económica, ha desencadenado toda una serie de réplicas como si se tratara de un terremoto afectando a varios países del mundo árabe. Tras Túnez, las protestas comenzaron a generalizarse en Egipto, Yemen, Jordania, Argelia y amenaza con continuar su efecto dominó sobre Siria, Marruecos, Arabia Saudí, Mauritania y Libia. Las alertas internacionales han saltado con luces rojas de asuntos prioritarios con la extensión de las protestas en Egipto. Sin duda, el coloso del mediterráneo sur, es la pieza más importante de este puzle ya que de producirse la caída de Mubarak o se consiguieran pasos reales hacia una democracia y libertad en su quehacer, la mecha se encendería en el resto de los países. Sin embargo en Egipto las protestas ya han tenido otro cariz, otra orientación bien distinta a la tunecina. El Baradei, premio nobel de la paz, se apresuró a presentarse en el país para encabezar las revueltas y ofrecerse como alternativa del cambio, siendo conocedor de su prestigio internacional aunque no tanto en el interior de Egipto. Su misión es intentar controlar la protesta impidiendo el paso a propuestas integristas entre las alternativas. En eso está apoyado por Estados Unidos, que ha enviado un mensaje claro a Mubarak reclamando la proporcionalidad en la represión y haciéndole un llamado a la aplicación de los cambios necesarios en el país, incluso amenazándole con retirar la ayuda norteamericana que actualmente es de 1.500 millones de dólares anuales. No puedo evitar recordar los movimientos en Irán demandando libertad en el 79 (entre otras de expresión), con Jomeini, que posteriormente ha ido transformándose en el actual régimen islamista, represor y antidemocrático en la república iraní. Y tenemos que recordarlo, porque detrás de la reproducción en cascada de las protestas en tantos países del mundo árabe se esconde, sin duda, la mano del integrismo islámico que intentará sacar todo el partido posible de estos momentos de crisis, de hartazgo de la población y de demandas de cambio. Van a florecer sus propuestas político religiosas, aunque de forma aparentemente marginal, pero colándose poco a poco en la vida de estos países que hasta ahora habían controlado, con mayor o menor éxito, el crecimiento extremista. La situación es crítica si sumamos a las olas de cambio en tantos países la precaria realidad en que se encontraría Israel, país que por cierto ha puesto en alerta máxima a todas sus tropas. Una involución radical en Jordania, Siria y Egipto, pondrían en un serio peligro la tensión acumulada en la zona y se teme por un conflicto bélico de considerable importancia. La evolución de los hechos y su resolución en cada uno de los países nos irá dando pistas de hacia dónde pueden avanzar las protestas (que ya no pueden considerarse locales) y qué grado de generalización del conflicto puede darse en la zona. En este contexto tendremos que estar muy atentos a los movimientos de Marruecos, cuyo Rey Mohamed VI ya se encuentra en París para analizar los pasos a dar en el crecimiento de las protestas en su país. El temor con nuestro vecino del sur es que recurra a las viejas tácticas de distracción masiva creando un conflicto mayor para reforzar el espíritu nacional y dejar en segundo nivel la actual ola de protestas. Puede poner en marcha una ofensiva contra los saharauis, incluso en territorio argelino, obteniendo el fruto deseado, incluso matando dos pájaros de un tiro, pero poniendo en peligro la estabilidad en la zona y el necesario desarrollo económico que se precisa para acabar con la enorme miseria en el reino alauita. Cada paso, cada declaración, cada movimiento, deben ser analizados con mucha atención, porque de ellos va a depender el futuro inmediato de paz o de guerra en esta zona mediterránea tan cercana a nosotros.

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