miércoles, 12 de enero de 2011
CIUDADANÍA Y POLÍTICA
Desde que nos dimos en nuestra constitución un sistema democrático representativo, los partidos tradicionales se han ido encargando de interpretar dicha representación como poder para hacer y deshacer lo que les viniera en gana. Así, el hecho fundamental de trasladar a los órganos de decisión y a los gobiernos a personas que representan a los ciudadanos, se ha ido convirtiendo y degenerando en una exclusividad destinada a la creación de una “casta política”, que ha agarrado todos los privilegios del poder, dejando muy de lado los intereses y representación de aquellos que les eligieron.
El político de profesión, que se ha ido gestando en nuestro país, es uno de los principales cánceres de nuestra democracia con los que tenemos que terminar, extirpándolo de nuestras preferencias electorales. En primer lugar, porque debemos tener en primera línea de la gestión de lo público a las mejores personas, a las más preparadas y a aquellas que demuestren su saber hacer. En segundo lugar, porque cuando una persona permanece tantísimo tiempo en esto de la política, acaba por olvidarse de los objetivos y fundamentos de la representación ciudadana.
Los partidos han ido creando y tejiendo una red de cargos públicos a los cuales terminan por tener que buscarles colocación. Han utilizado la pleitesía para rodearse de un enorme número de ineptos que permanecerán en la rueda de lo político, a veces convirtiéndose esta en la única prioridad de su acción electoral: tenemos que ganar o no podemos perder mucho, porque tenemos a mucha gente que colocar.
Los intereses olvidados de representar a los ciudadanos son tan bochornosos que difícilmente uno sabe quien le representa. ¿Alguno de ustedes recuerda el número 2 ó 3 de la lista de cualquier partido político en las elecciones generales o autonómicas en su provincia?. Porque yo no. Son personas casi anónimas, que no dan la cara públicamente, que se desentendieron de la circunscripción por la que fueron elegidos sin tener ninguna vinculación con la ciudadanía.
Sólo en periodos electorales (y ahora comienza uno de ellos) regresan para acordarse de los ciudadanos, de sus problemas, de sus prioridades, te invitan a participar en la elaboración de sus programas electorales, empiezan a sacudirse estruendosos epítetos entre candidatos para crear un clima más propicio de telebasura y abrir de nuevo el melón de que la última decisión la tienen los ciudadanos. Mientras, durante cuatro años, nos han tenido en el cajón del olvido haciendo lo que les dio la gana o, por omisión, creándonos más problemas a la ciudadanía.
Bueno, pues ha llegado el momento de colocar a cada uno en su sitio. Ahora sí, después de cuatro años anodinos y de comprobar la ineficiencia de nuestros gobernantes, los ciudadanos tenemos la responsabilidad de sacarlos de las instituciones. Reflexionaremos mucho sobre ello antes de elegir nuestra papeleta de voto y optaremos por partidos que propongan seriamente cambiar las políticas, cambiar la forma de hacer política, dejando a un lado a los que ya nos han engañado en tantas ocasiones.
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