lunes, 11 de abril de 2011

DILMA EN CHINA.

La presidenta brasileña, Dilma Rousseff, se encuentra de visita oficial en China, tercer periplo internacional desde que asumiera el gobierno, después de visitar a su vecino más importante (Argentina) y a Portugal. La visión de la diplomacia carioca, que ganó muchos enteros durante el gobierno de Lula, continúa en la misma línea de acercamiento a las economías mundiales y se concretará en China que reúne dos elementos fundamentales de la política exterior de Brasil. En primer lugar, porque China es el segundo país extranjero con mayor inversión después de Estados Unidos y, en segundo lugar, porque ambos países se encuentran en una carrera de desarrollo de su economía muy parecida, nublada por la constante devaluación de la moneda china que le da ventaja en el comercio internacional. Los chinos han comprado mucha tierra en Brasil, país al que consideran su granero de Soja para el consumo nacional, pero Dilma tiene que ir mucho más allá planteando las opciones de inversión tecnológica que Brasil necesita si realmente aspira a colocarse entre las mayores economías mundiales. Las alusiones que la presidenta brasileña realice a la necesidad de mejorar la situación de los Derechos Humanos serán puramente anecdóticas y forman parte ya de una especie de coletilla que ha de nombrarse en todos los discursos, pero sin plantear ningún problema adicional a lo que realmente interesa. Después de que Japón bajará a la tercera economía mundial por las secuelas del terremoto y tsunami del mes pasado, China se ha convertido en la segunda en importancia y su proyección de continuo crecimiento obliga a llevarse bien en el plano económico con el primer consumidor mundial. Las relaciones entre ambos países son consideradas muy estrechas aunque francamente mejorables. De ahí la importancia que tiene para la presidenta visitar como tercera salida de Brasil al gigante asiático. Los chinos cuentan con tecnología apropiada para las prospecciones petroleras que necesita Brasil, de ahí que Dilma viaje acompañada de los presidentes de las dos empresas más importantes del ramo, firmando con seguridad acuerdos que beneficiarán a los dos países y reforzando la planificación de expansión de la economía china en América del Sur. Después de estos primeros cien días de gobierno de Dilma Rousseff en Brasil, que culminarán con la visita a China, el gobierno brasilero se colocará en clave interna con la proyección de las reformas necesarias para garantizar una mejor redistribución de la riqueza y un acortamiento de las distancias entre las capas sociales del país. Un camino diseñado por Lula que no tiene vuelta atrás y que nos muestra un Brasil nuevo, con opciones de cambio real, con equidad y centrado en la mejora de todos los servicios públicos.

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