martes, 28 de junio de 2011
AFGANISTÁN, REGRESO A CASA
Cuando George W. Busch decidió la intervención en Afganistán tenía un objetivo claro de venganza sobre los atentados del 11S, buscando la caza y captura de Bin Laden, siendo arropada la medida por la mayoría de la población estadounidense. Obama no quiso enmendarle la plana al republicano porque sabía de los esfuerzos y pérdidas en vidas humanas que la intervención había ocasionado entre los soldados del imperio, pero se propuso, indefectiblemente, terminar con el osado terrorista.
La intervención en Afganistán nunca tendrá éxito, si se considera el mismo como el funcionamiento democrático a la occidental, ya que las reglas del juego político interno son bastante complicadas. Por un lado, los talibanes que tienen en realidad un poder reducido en determinadas zonas del país, diezmado por la intervención militar, pero un gran peso político y una fuerte capacidad de reproducción. Un pueblo que en los últimos treinta años prácticamente ha vivido ocupado por ejércitos extranjeros y que tiene precisamente en las ocupaciones su mejor caldo de cultivo para el crecimiento.
Pero en Afganistán existen otras fuerzas tanto o más peligrosas que los propios talibanes y que incluso utilizan a estos según sus propios intereses. Son los llamados “Señores de la Guerra”, ricos hacendados que manejan fundamentalmente el comercio de la amapola del opio, que cuentan con pequeños, medianos y grandes ejércitos en defensa de sus negocios turbios, quitan y ponen gobernantes, siendo los verdaderos dueños del país.
Karzai sabe que tiene que contar con los talibanes moderados y con los señores de la guerra para poder medio gobernar el país, y que en ese objetivo le sobra ya la intervención militar extranjera en Afganistán, de la cual reniega en estos momentos sin ni siquiera dar las gracias. La incorporación a su gobierno de miembros de estos dos sectores dan fe de sus verdaderas intenciones: llegar a pactos internos de estado que garanticen su continuidad en el poder siempre y cuando salgan los últimos invasores.
Así la cosas y después de la operación que culminó con la muerte de Bin Laden, Obama quiere apresurar la salida de Afganistán con la valoración del alto precio en vidas humanas y decenas de miles de heridos, además del coste en dólares, en un periodo electoral el próximo año que le servirá para rentabilizar ambas acciones. En 2013 saldrá el último soldado norteamericano de Afganistán dejando instaladas unas fuerzas armadas afganas y una policía formada y equipada. Con ello, misión cumplida y a casa.
España debería acelerar su salida prevista de Afganistán para 2014. No tiene mucho sentido que continuemos allí, en todo caso reforzar el equipamiento y formación de los cuadros militares y policiales afganos y salir cuanto antes del país. Nuestros soldados han cumplido fielmente y con efectividad la misión encomendada, ahora toca regresar a casa. Los plazos marcados por la ministra de defensa deben ser revisados y acelerar los mismos pudiendo cerrar nuestra presencia sin ningún problema un año antes de lo previsto por Carmen Chacón.
Que Afganistán sea un país ingobernable, vinculado al narcotráfico internacional y con una fuerte presencia de los talibanes, no lo cambiaremos ni con un siglo de intervención extranjera. El propio ejército soviético se dio cuenta a tiempo y salió con el rabo entre las piernas antes de perder más vidas en su invasión.
Si en el futuro el país vuelve a ser un peligro real para occidente, para la convivencia pacífica en el área y estrategia de paz regional y seguridad internacional, será el momento de plantear otro tipo de intervención con otros objetivos. Ahora ya no tiene ningún sentido permanecer por más tiempo en Afganistán. Esperemos que nuestros políticos sean conscientes de ello, tal y como ha planteado Obama, y salgan nuestras tropas más temprano que tarde de la operación finiquitada.
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