lunes, 13 de junio de 2011

CIUDADANOS COMPROMETIDOS

Romper la dinámica de los barómetros del CIS, donde continúan calificando a la “clase política” como el tercer problema de este país, será muy costoso en el tiempo pero ha de convertirse en uno de los principales objetivos del qué hacer político. Dicen que perder la confianza de alguien se puede conseguir en un minuto y, sin embargo, recuperarla puede llevar años. En España se ha pasado de la alegría de los primeros años de la democracia, donde la confianza en los partidos políticos era plena, al descrédito más absoluto del funcionamiento de los partidos, de sus líderes, de sus prebendas y de sus intereses particulares como formación política. Se han encargado, los partidos clásicos, de hacernos entrar en este callejón sin salida que supone la democracia representativa, considerando a los ciudadanos como meros electores, colocándose por encima de todos y de todo, y olvidándose de ellos durante sus cuatro años de mandato. Una de las cuestiones que han ayudado a profundizar esta aparición de la “clase política”, ha sido la configuración de todo un cuadro de políticos profesionales, que entran en un círculo vicioso donde permanecer en el cargo o cambiar a otro se convierte casi en la única razón de su existir, llevándoles a olvidar su responsabilidad ante la sociedad. Recuperar la confianza en la clase política, tendría que pasar, inexorablemente, por un cambio extremo de la concepción del “ser” político, desapareciendo la visión de “casta” en la que muchos partidos se han instalado y hacer crecer la imagen de ciudadanos comprometidos con la política. Ciudadanos que por un periodo de tiempo corto, 4 u 8 años, dedicarán todo su esfuerzo a intentar mejorar las condiciones de vida del ámbito municipal, de su región o del país, para después volver a desempeñar las tareas que venían realizando fuera de la política. Sí conseguimos no hacer de la política una profesión, sino una dedicación altruista en busca del bien común, y acabamos con ciertos privilegios que ostentan los cargos públicos, iremos viendo como gradualmente la aceptación sobre lo político mejora en la percepción de los ciudadanos. Ello nos llevará bastante tiempo, porque es lo que tiene haber dilapidado la confianza ciudadana, pero es necesario emprender esa labor para no arruinar los verdaderos potenciales de nuestra democracia. Huir de los partidos que se convierte en grandes empresas, con miles de “trabajadores”, en los que el objetivo de mantener a la plantilla al precio que fuere les hace perder el norte de su cometido. Buscar la referencia en partidos que defiendan justamente lo contrario a los que demos nuestra confianza (aún de forma coyuntural para revisar nuestro voto a los cuatro años). Serían dos buenas medidas que los electores pueden poner en marcha desde su voto para ir regenerando a la clase política.

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