sábado, 11 de junio de 2011

LIBERTAD, IGUALDAD Y FRATERNIDAD

De los tres ideales de la Revolución Francesa y a las alturas que estamos del siglo XXI no cumplimos ninguno. La Libertad, no debe ser entendida exclusivamente como la opción de votar o poder elegir, sino desde una concepción mucho más amplia que abarca al sentimiento de sentirse libre, de ser libre en todos los aspectos. La realidad de estos días dista mucho de una verdadera libertad. No se es libre sin tener cubiertas las necesidades básicas, corriendo el peligro de perder algunos servicios básicos del llamado “estado del bienestar”, ni cuando a la hora de emitir nuestro voto para elegir a nuestros representantes políticos el mismo no vale igual según la circunscripción electoral en la que residas. La libertad de acceder a los bienes básicos como la vivienda, el trabajo, el derecho al descanso, al arte y al ocio. Nuestra sociedad ha derivado a entender la libertad en un sentido restrictivo como libre mercado y elecciones cada cuatro años, reducción que nos coloca en una situación de estancamiento del término. La igualdad, fuera de las grandilocuentes frases constitucionales que a todos nos colocan en pié de igualdad, no se da realmente en ninguno de los campos donde hubiere de aplicarse. Ni siquiera en la justicia se consigue aunque todos tengamos los mismos derechos ante ella, no hay igualdad fiscal, ni territorial, ni de servicios. Se mantienen indefectiblemente las clases sociales, aunque cada vez más atomizadas: bajísima, baja, baja-media, media, media-alta, alta, altísima, y dependiendo de las condiciones que hayamos podido obtener en nuestro recorrido vital nos encuadramos en una o en otra, poniendo de manifiesto la ausencia de igualdad real y manteniéndose toda una serie de privilegios que hacen imposible la equidad social, brillando por su ausencia la igualdad de oportunidades. De la Fraternidad podemos decir que es la más alejada de cumplirse, pues no habiendo resuelto las dos anteriores el ser humano tiende cada vez más a acercarse a la ley de la selva, al todo vale para conseguir más, a pisotear al otro con tal de superarle y tener más. Es el imperio del “tener” el que se ha impuesto en nuestra sociedad y no el del “ser”, del que nos distanciamos a pasos agigantados. Lo fraterno, el trabajo por el bien común, la buena gobernanza, el amor a la humanidad, terminan convirtiéndose en una quimera o en palabras y discursos utilizados en los momentos oportunos para olvidarse de ellos hasta que llegue otro momento oportuno. Si en el 2011 no hemos sido capaces de convertir nuestra sociedad en un paraíso terrenal, si continuamos creciendo en avaricia, ira y envidia, si no nos atrevemos con la necesidad de cambiar esto, estaremos abocados a una consolidación de lo inútil, de lo etéreo, de lo insignificante, e iremos dejando a nuestros hijos y nietos una terrible sociedad del mal, cada vez más egoísta y en manos de banqueros y multinacionales de consumo. Tendremos que espabilarnos. Paco Pineda.

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