jueves, 9 de junio de 2011
PEPINO Y TURISMO
Además de las pérdidas calculadas por los productores en más de 400 millones de euros, la agricultura almeriense en particular y la andaluza en general, sufren la crisis más profunda conocida sobre los 70.000 trabajadores del sector.
Sumados al pepino, productos como el tomate, el pimiento y la calabaza, han sido puestos bajo sospecha por la irracional arremetida alemana a cuenta de la inseguridad alimentaria. El daño en el sector ya está hecho y será muy difícil recuperar en el corto plazo los niveles de confianza suficientes en los consumidores europeos para volver a la situación anterior a la crisis del pepino.
Pero mirando un poco más allá de los daños a la agricultura, los efectos podrían repercutir sobre el turismo en Andalucía. No sólo de los turistas alemanes sino en general de los europeos, que se pensarán dos veces lo de viajar a Andalucía en su turismo familiar corriendo el riesgo de contraer algún tipo de enfermedad grave provocada por la mala calidad de nuestros productos agrícolas.
Cuando nuestro consejero de turismo se jactaba de que este año sería el de la consolidación y recuperación del turismo andaluza, gracias a que otros destinos estaban siendo descartados por los niveles de inseguridad (Túnez, Egipto, etc.), ahora tendrá que echar las cuentas de cuántos turistas europeos dejarán de venir a Andalucía por la alarma social infundada generada por la crisis del pepino.
Aquellos turistas que conocen a la perfección nuestra calidad no dejarán de venir, pero los que sean más aprensivos se lo pensarán dos veces. La conexión entre turismo y pepino está garantizada.
Por eso es imprescindible que, además de conseguir las ayudas económicas necesarias para resarcir las pérdidas en el sector, sea contemplada una inversión en toda la Unión Europea para recuperar la seguridad alimentaria de nuestros productos que favorezca la eliminación de miedos a contemplarnos como posible destino turístico de calidad y confianza.
La Junta de Andalucía y el Gobierno central, ya deberían estar moviéndose en este sentido por la urgencia del periodo vacacional, centrando su acción en los principales países emisores del turismo europeo hacia nuestra región. Si se deja de lado la influencia de esta crisis sobre el sector turismo, podemos llevarnos una desagradable sorpresa cuando analicemos los datos en septiembre del final de la campaña. Pero aún no se ha dado ningún paso en este sentido, dejando en manos del destino el que no bajen los niveles de reserva y ocupación para los meses de julio y agosto.
Si los datos finales fueses malos no dudo que los responsables políticos le echarán la culpa al pepino, pero ya desde ahora tenemos que responsabilizarles a ellos mismos, por no haber sabido gestionar la repercusión de la crisis sobre el turismo.
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