lunes, 1 de febrero de 2010

EL DRAMA DE HAITÍ.

De todas las ocasiones que he estado en Haití, ocho en total, la visita que más se ha quedado en mi retina fue la realizada a un centro de orfandad que tenía atendidos a más de ochenta niños con muy escasos recursos para ello. Sus fondos de mantenimiento procedían de parroquias de la iglesia anglicana y con ello podían mantener el centro de atención a menores desprotegidos y sin familia, que así se llamaba el ahora derruido orfanato. El rostro de los niños y niñas que allí pude ver mostraban cierto grado de satisfacción y alegría, quizás por el cariño que las monjas les dispensaban y porque podían al menos comer a diario y realizar algunas actividades lúdicas, recreativas y educativas. Sus edades iban de los pocos meses a los seis años. Normalmente, decían las hermanas, se consigue una adopción antes de que lleguen a los seis años. No he tenido más remedio que acordarme de aquellas imágenes al conocer la detención de diez estadounidenses cuando intentaban pasar a la República Dominicana con treinta y tres menores, según ellos huérfanos por el terremoto, para intentar darle cobertura desde alguna institución dominicana. Aunque los hechos no estén probados aún, parece que varios de los niños transportados tienen padres y/o familiares en Puerto Príncipe, lo que avalaría la tesis del secuestro para el tráfico de menores y adopciones ilegales o, en el peor de los casos, para el tráfico de órganos. Esto en Haití era “normal” antes del terremoto. Las bandas criminales organizadas de haitianos, por barrios o por distritos, gozaban de un poderío de intimidación espectacular y muchas de ellas se dedicaban al tráfico de personas, mujeres jóvenes, menores, con fines de prostitución, adopción irregular o tráfico de órganos matando a los secuestrados. Estas bandas no actuaban solas ya que tenían que recibir del exterior el apoyo necesario para realizar bien su cometido. Y ello ha sido denunciado en reiteradas ocasiones por las ONGS que trabajan en el país sin que se le haya hecho demasiado caso. Ahora sí. Parece que con el tsunami solidario y mediático que acarrea la devastación del terremoto comenzará a oírse hablar de la mala situación en que vivía el país, las dificultades económicas que tenía, los altos niveles de corrupción, la existencia de bandas criminales y de delincuencia internacional que actuaban y la miseria que padecía la población. Debemos intentar no esperar a que se den estas calamidades para hacernos eco del apoyo que necesitan muchos países en estos momentos, porque Haití ya existía antes del terremoto. O casi.

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