LO QUE CUESTA LA CULTURA….
La normativa aprobada por el Consejo de Ministros el pasado viernes según la cual se podrán cerrar, clausurar o, momentáneamente dejar sin cobertura a aquellas páginas de la red que ofrezca el servicio de “bajar” canciones, libros y películas sin ningún tipo de autorización, pone en peligro uno de los derechos fundamentales que como ciudadanos hemos podido obtener gracias a la era de la informática.
Partiendo de la base del respeto hacia los creadores en cualquiera de las artes y la cultura, esta no puede mantenerse al alcance de unos pocos en una sociedad democrática. Por ello, el haber podido socializar creaciones que están fuera del alcance de todos los bolsillos, no ha hecho sino permitir que amplias capas de la sociedad pudieran acceder a eso que denominamos el mundo de la cultura.
Cuando nos encontramos frente a la entrada del cine en un centro comercial y vemos que la película que queremos ver cuesta 7,5 euros, y que nos ilusiona al menos ir una vez a la semana al cine, eso significa la cantidad de 30 euros semanales sólo para entrar al cine. Sí queremos adquirir un CD de nuestro cantante favorito y vemos que este nos cuesta 20 euros y nos gustaría comprar dos discos al mes, eso nos supone 40 euros. Si queremos comprar un libro al mes, no bajará el precio de 20 euros. Es decir, mantenerse en los mínimos de consumo cultural por persona va a suponer una cantidad mensual de 90 euros, cantidad que no todos disponen y mucho menos en los tiempos de crisis que vivimos. ¿Qué ocurrirá si en el orden de prioridad de consumo necesario damos a estos elementos culturales el último lugar?, pues sencillamente que los creadores dejarán de percibir importantes ingresos por falta de venta de sus productos y que empobreceremos como sociedad, encajonando nuestra faceta audiovisual a la televisión y la radio.
Algunas propuestas ya se han puesto sobre la mesa: abaratar el coste de los servicios culturales, de los productos de la cultura. Reducir el previo de venta al público de libros y discos y colocar un precio máximo por entrada de cine. Claro, ello va contra las normas del libre mercado e impedirá a las empresas de la cultura obtener grandísimos beneficios. Pues bien, hay que compensar. Si entrar al cine nos costara 4 euros, un disco 10 euros y un libro 12 euros, es muy posible que las ventas de estos productos aumentaran. Tomar medidas parciales contra la piratería no dejar de ser una especie de privatización de la cultura a las economías que puedan permitírselo. Y como estamos hablando de piratas, contemplemos aquí también a aquellos que se lucran realmente de los productos culturales, que curiosamente no suelen ser ni los autores, ni directores, ni cantantes ni escritores, sino todo el circuito de distribución, edición y comercialización que tiene un negocio montando en la cultura con gran presión sobre los gobernantes.
El debate está abierto, mi opinión es que no deben coartarnos la libertad a los usuarios de internet de utilizar todo lo que la red nos puede ofrecer. Eso también implica que las páginas que ofrecen estos productos culturales estén debidamente legalizadas y paguen los impuestos que fueran necesarios, pero cortar el acceso a estos bienes culturales suena realmente a medida fascistoide.
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